José Luis Ardissone

La extensa biografía de José Luis Ardissone puede resumirse en una frase: admirable amor al teatro. Y su obra se sintetiza en “Arlequín Teatro”, cuyo 43 aniversario acaba de memorarse con “Largo viaje de un día hacia la noche”.

Extraño título para el último acto de José Luis que en la noche del sábado 3 subió al escenario para saludar al público, abrazar a los actores y actrices, y recordar con emoción la fecha. ¡43 años! Apenas un par de semanas después le tocaría a José Luís emprender el largo viaje de un día hacia la luz, hacia la inmortalidad.

“Morir, soñar tal vez”, dice Hamlet. Shakespeare insinúa que la muerte es otra forma de vida. José Luis estaría soñando ya con un teatro paraguayo y universal vigorosos, cuyos personajes, como en “Las troyanas”, tienen un solo grito; Libertad. Esta palabra, este deseo, desde el escenario le trajo a José Luis el enojo de la dictadura. Cada noche la policía se apostaba frente a Arlequín, entonces en Villa Morra, para tomar fotografías de la gente que entraba al teatro y apuntar la chapa de su vehículo. Era una forma de ahogar el espectáculo, de asustar al propietario de la sala, dejarlo sin público. Pero el propietario estaba hecho de un material especial. Soportó las embestidas. Estaba convencido de que el teatro es la mejor arma para denunciar la soberbia embrutecida de los poderosos. Ganó el teatro. Stroessner dejó de ser dictador y José Luis siguió siendo artista.

Nos hicimos amigos desde 1974, año en que el Ateneo Paraguayo, con la dirección de Mario Prono, representó mi obra “Hay tiempo para llorar”, con escenografía de José Luis. Luego se hizo actor. Trabajó con muchos elencos y en muchas obras de elevado nivel. Su experiencia, su tenacidad, su pasión, le alzaron un peldaño más: la dirección. Estas mismas virtudes hicieron de él un empresario al servicio del teatro. Llevó adelante las representaciones para los colegios. Nunca sabremos cuánto público joven conquistó para el teatro. Fue otro de sus notables emprendimientos.

Para su teatro eligió el nombre de Arlequín, el popular personaje de la comedia del arte que surgió en Italia en el siglo XVI. Entre muchas descripciones, se cuenta la de su inigualable capacidad de supervivencia. Es la misma la del Arlequín de José Luís. Supervivió a innumerables obstáculos con la fuerza de la fe en un público atraído por el teatro.

¡El teatro! Que arte más extraño. En el teatro todo es mentira: el palacio, el rancho, la oficina, el rey, el mendigo, el funcionario. Todo. Pero es la única mentira que dice verdades; que recibe la complicidad de la gente. La gran actriz francesa, Sarah Bernhardt, interpretó Juana de Arco. Cuando el juez le pregunta la edad, ella contesta: 18 años. El público se puso de pie para aplaudirla. Sarah tenía 60 años.

Desde el Arlequín Teatro se han dicho grandes verdades a través de la ficción. Verdades molestas que ponen en alerta a la policía y al público reaccionario. En un país como el nuestro, zarandeado por la corrupción, la verdad es subversiva.

Me permito sugerir que Arlequín Teatro se denomine “Teatro Josë Luis Ardissone”, sería otra forma de mantener vivo el recuerdo de quien tanto amó el arte escénico, de quien tanto ha dado por la cultura. No le fue fácil, pero tuvo las agallas de sacar adelante un proyecto que honra al país y que debe seguir. En cada función vamos a sentir la presencia de José Luis en el escenario saludando al público, agradeciéndole el apoyo y la promesa, siempre cumplida, de un próximo estreno.

¡Cómo duele la muerte de un amigo! José Luis fue un soñador en esta vida y seguirá soñando en el infinito.

En una obra de Alejandro Casona, la madre cuenta que sus cinco hijos murieron en una mina. Y agrega: “Los lloré de pie, trabajando”. Yo también le lloro de pie a José Luis, escribiendo comedias.

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