Olvidados en el cementerio

El camposanto municipal de Encarnación contiene los restos mortales de aquellos que contribuyeron a la edificación de la ciudad. Si existe un lugar que concentra la esencia de nuestra actualidad, sería sin duda, el cementerio. Piezas claves de nuestra propia historia permanecen olvidadas y en la desidia. ¿A quién corresponde su cuidado y revalorización?

En ese lugar, sí, una necrópolis, cargado de una energía indescriptible, se encuentran las líneas de crecimiento y desarrollo de nuestra ciudad, como las halladas dentro del tallo de un árbol antiguo. Y no solo me refiero a los grandes personajes reconocibles, sino también a otros vestigios de símbolos y arte que retratan un repertorio interpretativo de cada época. En otras palabras, estilos, materiales, colores y otros elementos, cuentan mucho de lo que alguna vez fuimos.

Hasta parece lógico pensar que un lugar que preserva el pasado, es justamente un acervo de nuestra historia, como lo sería un museo. Pero, ¿le damos ese valor esencial a nuestro camposanto? Una respuesta adelantada es que, evidentemente no. “Aquellos que no pueden recordar el pasado están condenados a repetirlo”, expresaba en su obra “La razón en el sentido común”, el filósofo George Santayana.

En ese sentido, existen grandes episodios de nuestra historia local, que permanecen olvidados. Mientras las autoridades realizaban discursos sobre el valor del patriotismo e invocaban la historia de cuatro adolescentes mártires de la Guerra del Chaco (1932-1935), las tumbas de los excombatientes se hallan en la desidia total. En la necrópolis también descansan aquellos desvividos por la tragedia del Ciclón de 1926, que devastó la ciudad. Allí se encuentran todos aquellos que la reconstruyeron y que soñaron con el desarrollo al que sigue apuntando la bella ciudad. No obstante, el denominador común sigue siendo el olvido.

Me permito volver al cuestionamiento inicial, ¿a quién corresponde su cuidado y revalorización?

Existe un amplio debate de si hay una responsabilidad privada de familiares y descendientes o si como sociedad debiéramos tener interés, o en todo caso, el Estado, que maneja recursos designados a “cultura, educación”. Los militantes de la cultura y la historia generan cientos de iniciativas aisladas con escaso o poco interés de quienes tienen el deber de fortalecer nuestras raíces. ¿Tiene valor un discurso vacío de acciones concretas?

Además, la falta del reconocimiento histórico de parte del Gobierno Nacional con la capital departamental y muchas otras ciudades del Sur, se acentúa en la falta de inversión en cultura. Encarnación se convirtió en la Atlántida del Paraná, tras perder la mitad de su territorio habitado debajo del río, que escondió todos los elementos materiales de nuestro pasado reciente.

En contrapartida al sacrificio local en pos del desarrollo nacional, para cumplir con la terminación de la Central Hidroeléctrica Yacyretá, el compromiso con la ciudad llega a cuentagotas.

sergio.gonzalez@abc.com.py

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