Si su primer filme, Past Lives, fue unánimemente elogiado –en 2024 fue nominado en los Oscar a mejor película y mejor guion original– en esta ocasión el tema que aborda en Materialistsinvita, cuando menos, a reflexionar sobre los aspectos que plantea en torno al amor. O, para ser más precisos, lo que hombres y mujeres valoran a la hora de buscar pareja.
La segunda incursión cinematográfica de Song no alcanza la redondez de Past Lives, cuya historia está inspirada en las memorias de niñez de la directora en su país natal, Corea del Sur, y su adaptación a una nueva vida en América, lo que significó dejar atrás su primer amor, pero no su recuerdo.
Con Materialistsnuevamente recurre a experiencias propias, y en esta ocasión se trata del trabajo que desempeñó unos meses como “casamentera” en una empresa especializada en pautar citas potencialmente románticas. A diferencia de las aplicaciones para lo que se conoce como online dating, las cuales se apoyan en algoritmos que emparejan según los perfiles de los usuarios, estas compañías se parecen más al tradicional método de la casamentera que antiguamente coordinaba citas con el fin de que acabaran en matrimonios beneficiosos para las dos partes.
La cinta de Song se desarrolla en el Manhattan del siglo XXI y los clientes que contratan los servicios de la empresa, en la ficción ésta se llama Adore, son hombres y mujeres profesionales que, con la ayuda del personal que maneja el lucrativo negocio, aspiran a encontrar parejas de su mismo estatus o, idealmente, escalar en lo económico.
En realidad, al menos así aparece en el filme, las clientas son las que exigen que el hombre tenga una holgada situación económica y, en segundo lugar, que sean de determinada estatura. Es decir, un hombre bajo está en desventaja, aunque, por lo visto, una jugosa cuenta bancaria subsanaría ese obstáculo. En cuanto a la mujer ideal, los varones anteponen la juventud de la candidata y haber pasado de los treinta años podría ser para una mujer tan problemático como la falta de unas pulgadas para un hombre.
Materialistses una película que se acerca al género de la clásica comedia romántica (el popular rom-com), pero la deconstruye a lo largo de una trama en la que sus protagonistas oscilan entre los elementos de la atracción y el factor práctico: una celestina profesional que se ve en la disyuntiva de elegir entre un ex novio con una carrera irregular y poca solvencia económica, y un hombre dedicado a las finanzas que, de acuerdo a los cánones de la perfección ansiada, lo reúne todo.
En la jerga de este curioso gremio, el segundo pretendiente es un “unicornio”, símbolo de caballerosidad medieval y también de riqueza.
Song arma diálogos en los que los personajes cavilan en voz alta y discuten entre ellos sobre la conveniencia de relaciones cimentadas en la valía que cada uno aporta a la relación. Hay un constante ping pong dialéctico que contrapone los sentimientos a los intereses, lo que nos lleva a esa misma deliberación que a finales del XVIII Jane Austen exponía en sus novelas, en las que sus heroínas tenían plena conciencia de que su bienestar pasaba por la estabilidad económica que podía aportar el pretendiente adecuado.
Un tema que también está presente en la obra de la autora estadounidense Edith Wharton: la clase social puede determinar el destino de hombres y mujeres que tampoco quisieran renunciar a los dictados del corazón.
El eterno dilema permea la película de Song de principio a fin, poniendo de manifiesto que, más allá de los innegables avances en lo que respecta a la igualdad de sexos y el hecho de que las mujeres llevan décadas compitiendo en el ámbito laboral, el misterio de los sentimientos rivaliza con aspectos más prácticos que surgen en el ritual del cortejo.
Ciertamente, la directora ha tenido en cuenta su propia experiencia como casamentera –lo que sus clientes deseaban, lo que rechazaban y hasta dónde estaban dispuestos a llegar para encontrar esa pareja idónea; conforme a ello ha situado a sus personajes en el centro de una encrucijada tan antigua como intrincada: dejarnos llevar por el pálpito de la atracción pura o tener en cuenta asuntos que, a largo plazo, pueden ser más fundamentales para la estabilidad que el concepto ortodoxo del amor.
Si bien Materialistsno resuelve del todo tan complicado jardín, y su desenlace es objeto de discusiones apasionadas, sí añade hondura al género del rom-com, en el que su directora se inspira porque no reniega de él, sino que, desde la admiración, lo sitúa en nuestro tiempo: uno en el que hombres y mujeres, asistidos por aplicaciones o por empresas como la ficticia Adore, no renuncian al amor, pero sin perder de vista esos otros ingredientes que ya apuntaba la sagaz Jane Austen.
En la lista de ellas y ellos, viabilidad económica y lozanía física siguen ocupando los primeros lugares. Es como si, en verdad, el tiempo no pasara. [©FIRMAS PRESS]