Ya había mala predisposición de varios sectores, debido a que fue a rendirle pleitesía primero al Don, antes que al Congreso.
Él desea que lo quieran, lo admiren. Pero ni su entorno ni él mismo ayudan. No tiene comunicación. Lo que tiene es una fangosa propaganda y una autoveneración que apunta a un modesto culto a la personalidad. Y sabe que hoy el culto apunta a la billetera del Quincho y no a la lapicera de Mburuvicha Róga.
Peña está lejos del estadista que necesita el Paraguay. Es una pena, porque lo necesitamos visionario, íntegro, abierto, pensando en la gente que espera soluciones a sus dramas cotidianos; siendo él, firme en el timón, con carácter para decir no a las extravagancias de quien fuere, priorizando los negocios del país a los suyos propios, liderando.
El Paraguay necesita un líder y no un meme que nos duela en nuestra autoestima de paraguayos. Quién no querría un presidente del cual pudiera sentirse orgulloso ante el mundo. Pero tenemos apenas un hombre que ante cualquier ramalazo de disidencia o crítica adopta poses de matoncito de suburbio.
Es, desde 1989 a esta parte, el presidente cuyo discurso más se parece al de Stroessner: descalifica todo aquello que no cuadra con su pensamiento. Es absolutamente intolerante con la opinión de los de enfrente, mientras padece de manera pasiva los sapos que le hacen tragar los de su propio “comando político”.
Ejemplo: lo del senador Gustavo Leite, el hombre utilizado por Cartes para hacerle decir —con tiros por elevación— las cosas que disgustaban en el Quincho. Leite lo demolió a Peña con calificaciones duras. Y Peña, sabiendo de dónde venían específicamente los balines, aguantó todo. Ante eso no hubo canchereadas ni nada por el estilo.
Y encima, ahora, la postulación de Leite para embajador en los Estados Unidos. La orden vino de España, la avenida. Es un sapo a deglutir mansamente. Peña sabe que Leite no será embajador de su gobierno, sino representante del Quincho ante la Casa Blanca. Y que su misión esencial será buscar la manera de levantar las sanciones significativas que pesan sobre quien tiene la sartén del mbeju por el mango.
Este tema, entre tantos, y la prensa —especialmente ABC— que lo atormenta revelando ciertos secretillos y marcándole mejor que el orejón Cáceres a Vini Jr., hacen bullir la pichadura de don Santiago.
Y como dijo el buen Jesús (Ruiz Nestosa), el que se picha pierde. Y don Santiago ya lleva dos años perdido, jugando al cancherito con los débiles y atragantándose con los batracios de su jefe.