Mientras el presidente Santiago Peña habla de un país en crecimiento, de un Estado que avanza, con una economía que “está mejor que nunca”, en el interior del país las muertes evitables siguen ocurriendo con una frecuencia espeluznante. Gente que acude a un hospital esperando salvar su vida o la de un ser querido termina saliendo en un ataúd.
El reciente caso de Elsa Saucedo, la mujer de 38 años que perdió la vida junto a su hija recién nacida tras un parto en el hospital distrital de Yhú, no puede repetirse. Este hecho debería estremecer a toda la sociedad, pero más que eso, debería avergonzar profundamente a quienes ocupan cargos de poder, especialmente a quienes pintan un Paraguay de fantasía desde el Palacio de López.
¿Cómo puede ser que una madre y su beba, aparentemente sanas, mueran tras un parto normal? ¿Cómo es posible que, en pleno 2025, sigamos hablando de presunta negligencia médica como si fuera algo habitual?
Yhú no es una excepción. Es apenas uno de los tantos distritos invisibles del Paraguay para los gobernantes de turno, donde los hospitales son estructuras decadentes, mal equipadas y con personal que muchas veces hace lo que puede con lo poco que tiene. Pero cuando hay vidas de por medio, no se puede justificar ni una muerte más por desidia o abandono estatal.
El Estado debe garantías. Y el primer derecho que debe proteger es el de la vida. Si una mujer embarazada no puede confiar en su hospital local, entonces estamos fallando como sociedad. Que en este país todavía existan muertes materno-infantiles por presunta negligencia o precariedad del sistema de salud debería ser motivo de escándalo nacional.
Ya no hay excusas. La gente no necesita discursos, necesita hospitales que funcionen. Necesita médicos preparados, infraestructura digna, insumos, y, sobre todo, que el Estado esté presente donde más duele su ausencia. No hay país desarrollado posible mientras sigan enterrando paraguayos por culpa de un sistema de salud indiferente, desigual y criminalmente abandonado.
Y a la sociedad: el silencio también mata. Mientras miremos para otro lado, estas muertes seguirán ocurriendo. Y cuando nos toque, ya será tarde.