El crecimiento desorganizado y poco regulado de las áreas urbanas en varios distritos de Itapúa, coincide con focos de violencia e inseguridad que están ganándose terreno en la región. Haciendo grandes excepciones en distritos con presencia del crimen organizado, grandes urbes como Encarnación, Cambyretá, María Auxiliadora, Trinidad, entre otros, registran un elevado índice de hechos como hurtos y adicción.
Si observamos al área metropolitana de Encarnación, los sectores más inseguros se tornaron en los reasentamientos construidos por la Entidad Binacional Yacyretá (EBY), con el objetivo de reubicar a la población afectada por la represa. Estas familias en la primera década del siglo fueron obligadas a habitar la periferia y la precariedad.
Años de falta de acciones concretas del Estado, poca inversión en educación, salud, deportes seguridad y transporte público, convirtieron estos lugares en focos de consumo y circulación de drogas, como también de inseguridad.
Es preocupante cómo se han normalizado prácticas de miedo en nuestras comunidades, como respuesta a la realidad que se vive. Entretanto, los problemas de fondo nunca fueron abordados de manera integral. Las últimas generaciones han crecido sin oportunidades, sin acceso a servicios, con educación, pero sin trabajo, sin poder emprender en la periferia y aislados del centro económico de la ciudad. Yacyretá no entendió que la calidad de vida está más allá de un baño moderno y techo para una familia.
El Gobierno obligó a las familias a cambiar su estilo de vida más sencillo, con soporte en la agricultura, a una vida urbana que no te permite, por sus limitaciones, tener una huerta o animales de granja para el sustento. Sin oportunidades, las últimas dos generaciones crecieron obligados a continuar en un círculo de pobreza.
Lo preocupante es que adictos que mantienen en zozobra a comunidades emigran desde estos puntos de inseguridad a comunidades más tranquilas. Esto crea nuevos focos donde inician los pequeños crímenes y el consumo de drogas.
Sin acciones claras de un Estado que debe estar presente para fomentar el desarrollo de nuestras comunidades, muy difícil será frenar esta ola de inseguridad, que apareció gracias al olvido de las autoridades.
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