En la familia de Rocío Abed, liderada por su marido, el director paraguayo de Itaipú, Justo Zacarías Irún, y el senador Javier Zacarías Irún, son costumbre las fastuosas fiestas de cumpleaños, con la pompa, los vestidos, la decoración, la animación al estilo de las cortes francesas. El detalle: la mayoría de los miembros del clan están, o han pasado, por la función pública y, de hecho, se han valido de ella para amasar fortuna. Investigaciones sobre enriquecimiento ílícito se abrieron, por ejemplo, contra Javier Zacarías y su esposa, Sandra McLeod de Zacarías, ex intendenta de Ciudad del Este, que hasta un avión llegaron a comprar, además de sus mansiones y edificios. De no ser por el manto de impunidad que colocó sobre ellos su “salvador” Horacio Cartes, al que Abed declaró “moverle la colita”, los procesos en la Fiscalía pudieron terminar distinto.
Pero hace ya tantos años que los Zacarías vienen amasando fortuna con la “harina” hecha del pueblo, que ya Rocío Abed perdió todo contacto con la realidad y para ella, ir a comprar un celular a una tienda de Ciudad del Este y sentarse a tomar un café latte con un pedazo de cheesecake, es sinónimo de que la economía creció y la población “está mejor”.
Abed no es la única. El senador colorado Luis Pettengill consideró que la carne premium no está cara y que, quienes no tienen suficiente, pueden comprar puchero “por diez mil”. A ese precio, “la gente lleva el puchero para sus perros”, dijo una vendedora del mercado 4. Nosotros, los ciudadanos de clase media para abajo, somos seres humanos, valga la aclaración, por las dudas.
Tanto Abed como Pettengill son del equipo del presidente Santiago “nube de pedo” Peña, que sobrevuela el Reino Unido con un jet de súper lujo, no para conseguir alguna ayuda que permita sacar a la población paraguaya de la extrema pobreza y mejorar su calidad de vida. No, es para promocionar las empresas de sus familiares y amigos.
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Como vampiros chupan el dinero, exprimen al pueblo. Y han borrado a la pobreza de sus discursos y de sus políticas públicas. Así pasó con los indígenas, por ejemplo, a los que directamente están sacando de Asunción, mudando la sede del Indi sin siquiera consultarles. Eran ya muy “molestosos”, amontonados en los semáforos, fumando crack para disfrazar el hambre, o cerrando calles para exigir sus derechos. Claro, no sea cosa que vaya Abed a “tropezarse” con algún niño andrajoso y sucio que estire sus manitas pidiendo un pedacito de pan, cuando se le hace tarde para la cita del chessecake y latte. Sería de frutilla o frutos rojos? Con azúcar o edulcorante? Acompaña agua mineral? con gas o sin gas?