El rabioso progreso de la estupidez

En su intervención durante el tratamiento del caso sobrinos de Noelia Cabrera, el senador Ignacio Iramain, una luz en las tinieblas parlamentarias, rogó “que nuestra estupidez no sea infinita”. Basó su proposición en dos escritores, uno de ellos, Pino Aprile, especie de Helio Vera italiano. La defensa de la senadora pillada en flagrancia, sin embargo, nos expuso crudamente que la estupidez está muy cómoda en varios curules.

La exposición de Iramain fue magistral. Tanto, que la mitad de sus “colegas” no entendió ni medio y abundaban las miradas al vacío donde se anida la rusticidad.

Iramain citó primero a Saramago, y luego a otro escritor menos conocido en estos lares, el italiano Aprile, celebrado por el humor que le caracteriza. En el 2002 había escrito Elogio del imbécil, libro que sacudió estanterías. Y hace poco publicó Nuevo elogio del imbécil, que produjo más sacudidas.

Usando la ironía fina, Aprile sostiene ideas que nos intranquilizan luego de hacernos sonreír ante la forma en que están expresadas.

En todos los cargos de poder, la imbecilidad manda; el poder no necesita talento”, afirma. Y redobla: “El poder radical intenta igualar a la baja la inteligencia de un país, de ahí los exilios de las mentes más brillantes…”.

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Este pensamiento aflora en nuestra realidad cuando observamos el comportamiento de varios de nuestros honorables. Esa gente es fruto de la “voluntad popular”, dirán. Y en esa “voluntad”, la imbecilidad tampoco escasea. La inteligencia ha sido desterrada no solo de nuestro Legislativo, sino de nuestro sistema político. En éste imperan la estupidez, la corrupción, la mentira, la histeria, la ignorancia, el bochorno, la ruindad, con las consabidas excepciones (cada vez, menos excepciones).

La respuesta leída por la senadora Cabrera, plena de una pedantería terminológica exuberante en superficialidad, exhibió una nula inteligencia para cubrir con elegancia las faltas cometidas contra el sentido común y que le fueron descubiertas de manera evidente tras una rigurosa y metódica investigación periodística.

Los medios que publicaron la investigación no expusieron un “análisis apresurado propio de tiempos digitales donde la concienzuda meditación de las circunstancias y la investigación acabada del factum es una práctica aislada, casi dejada en desuso”, tal como afirmó (o le hizo afirmar quien le escribió el discurso) la señora.

Los sobrinos de doña Noelia trabajaban de manera remota. Sí, muy remotamente de donde se les pagaba 13 millones y 8 millones respectivamente. Si en verdad cumplían una labor remota, pero relacionada a sus funciones en la Comisión a la que respondían, no se iban a asustar tanto al ver a los periodistas.

Y la senadora hubiera salido a explicar inmediatamente lo ocurrido. Ella también se asustó, y comenzó a operar el Ario, que es parte del riñón, del caracú y del mondongo de “don Horacio”.

La señora no perderá su investidura. Su discurso fue un elogio del imbécil que le cree. Pero debe tener en cuenta que la estupidez de votar a este tipo de gente no será infinita.

nerifarina@gmail.com

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