Para llegar a vivir una intensa amistad con Dios, y un sentido fraterno de la realidad, no sirve cualquier camino, es decir, cualquier estilo de vida.
Jesús hoy nos recomienda entrar por la puerta angosta para llegar a la verdadera felicidad.
Él llama nuestra atención para falsas seguridades que pueden despistarnos, indicando gua’u que estamos muy cerca de Él. No basta sencillamente pertenecer a un pueblo que se dice “cristiano”, que, sin embargo, exhibe niveles deshumanos de marginación social y, seguramente, con la colaboración de alguno que se jacta de ser “seguidor de Cristo”.
No es suficiente participar de ciertos rituales religiosos, pero que no conducen a un compromiso con la justicia social, ni tampoco llevan a ser como un buen samaritano, pues están en una perspectiva interesada: “Que yo me sienta bien y que viva en paz”: es el riesgo del egocentrismo espiritual.
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En definitiva, el gran peligro es uno excluirse a sí mismo del Reino de Dios, y al suplicar que se le abra la puerta, escuchar: “No sé de dónde son ustedes, apártense de mí todos los que hacen el mal”.
El camino ancho del dinero mal habido, de la lujuria, de la gula, de la venganza y de la prepotencia, envenena la existencia de tantas personas, arrastra a delirios de grandeza, y lleva a la perdición, cosa que el Señor no quiere para ninguno de sus hijos.
Pero desea que tengamos valor para entrar por la puerta estrecha, que es apartarse de la soberbia, la corrupción y del derroche de millones en vanidades, que podrían ser usados para beneficio del semejante.
Entrar por la puerta angosta es ser un luchador infatigable por la honestidad en nuestro país, a pesar de todas las culebras y lagartos que hay que tragarse en este menester.
Es también guardar el Domingo como “Día del Señor”, día de la comunidad y día de alegrarse por la Resurrección de Cristo. No podemos sencillamente dividir la vida en tiempo de trabajo y tiempo de farra: lo mejor de nuestro Domingo debe ser la participación feliz en la Santa Misa.
Andar por el tape po’i es pedir la luz del Espíritu Santo para entender que, en algún momento, la puerta se va a cerrar, pues nuestra vida es limitada y no podemos dejar para mañana lo esencial. Ahora es el tiempo para reformar nuestras actitudes y merecer la salvación junto al Señor.
Paz y bien