Hay que hallar al faro de un nuevo rumbo

“Es impresionante lo que puede lograr este país cuando se propone unirse por una causa”. Palabras de Gustavo Alfaro, a quien se escucha hoy con atención. Sus despliegues retóricos fueron acompañados por un resultado magnífico: la clasificación albirroja para el Mundial.

Qué pasaría si este país se uniera también para otras causas, como exigir honestidad, sabiduría y eficacia al elegir autoridades, por ejemplo.

La multitudinaria manifestación del jueves a la noche frente al Oratorio y Panteón fue clamorosa, aunque por momentos extremadamente exaltada por la imperativa acción del alcohol. Pero la alegría era abundante. Habían pasado tantos años de frustración en lo futbolístico mientras en términos políticos avanzaba un deterioro persistente de consecuencias turbias. Y una decadencia en la calidad de vida de tanta gente, como se observa en los extendidos caseríos alrededor de centros urbanos.

Por ráfagas aparecían durante los festejos de ese jueves, en el raído centro asunceno, expresiones de bronca que arremetían desde la frondosa algarabía: hubo quienes aprovecharon los micrófonos de medios presentes ahí para insultar a autoridades y políticos, recordándoles que la victoria de la selección no se debía a ellos. Que era una cuestión netamente deportiva sin vinculación alguna con el poder. Con ningún poder.

Es que en sus redes los duendes politiqueros lucían su cepillada sonrisa exhibiéndose con la camiseta blanquirroja. Seguro que también disfrutaban de la ocasión como cualquier paraguayo “común”. Pero detrás de la estudiada facha de los figurines del poder, esa misma gente que los insultaba percibía el afán más exhibicionista que de genuino gozo. Esta clasificación tantos años demorada la disfrutamos todos por igual. Pero ya sabemos que hay algunos que son más iguales que otros, según nos enseñó George Orwell. Y esos “más iguales” no vacilan en emitir sutiles señales tratando de instalar la idea de que este triunfo se debe a ellos.

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Este triunfo se debe a la conjunción de voluntades de unos chicos que están lejos de ser estrellas mundiales; varios de ellos vienen golpeados por fracasos anteriores, pero aceptaron la oportunidad de una revancha, quizá la última que les quedaba.

Y estos muchachos encontraron finalmente un conductor cuya calidad de comunicación sembró en ellos una luz que les iluminó el camino para vencer, para ganarles a los más encumbrados. Encontraron su faro en Alfaro.

Y llenaron de júbilo a un país que necesita olvidar que los hospitales son casi cascarones donde hombres y mujeres de blanco hacen lo que pueden contra la enfermedad y la muerte; que tantas escuelas se caen a pedazos mientras hombres-escombro se vuelven obscenamente ricos; que el transporte público es la burla de unos oligarcas a los más pobres.

Ante tanta oscuridad, hay que hallar al faro que guíe a un nuevo rumbo. Ese faro será la propia conciencia ciudadana despertada del letargo, como se despertó la Albirroja.

Qué pasaría si el país se uniera, por fin, para vencer a los sembradores de oscuridad. Clasificaría para una vida mejor.

nerifarina@gmail.com

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