El escándalo, rutina que ya no escandaliza

Los medios rebosan del término “escándalo”. Hay escándalos por donde se mire en el revuelto circo del poder. El escándalo nuestro de cada día está siempre ahí. Es una grácil rutina que se genera tan escandalosamente que ya a nadie escandaliza. Un escándalo que en otros países mueve un gobierno, aquí solo mueve dedos en la mecanografiada dimensión de las redes sociales.

El escándalo se ha vuelto copiosamente trillado. El de la mañana desaparece a la tarde a la espera del escándalo del día siguiente. Escándalo nuevo no nos falta nunca. Su presencia no nos acongoja. Su ausencia nos alarma.

Según el Diccionario, escándalo es: “Hecho o dicho considerados inmorales o condenables y que causan indignación y gran impacto públicos”. Significa también “Desenfreno, desvergüenza, mal ejemplo”.

El escándalo retoza es la inmoralidad permanente, es la desvergüenza permanente que vivimos en esta tierra de analfabetos doctorados.

Una particularidad del escándalo paraguayo: es como el amor eterno, dura muy poco. En esta tierra de hurreros pobres y de gafas que dan poder, el escándalo es nuestro incansable compañero de infortunios. Camina con nosotros y no nos abandona nunca. Es fiel como un perro delmer.

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La Mafia del Pagaré, por ejemplo, fue un escándalo clamoroso. Originó una épica indignación en las redes. Y hasta ahí. Hoy, la mafia sigue, la indignación se apagó y el escándalo original es apenas un recuerdo. Ahí hay abogadetes de alta alcurnia, magistrados que pueden integrar cualquier banda delincuencial, funcionarios atorrantes de diverso plumaje; todos, ante una Corte Suprema cuyo principal instrumento es una palangana como la del higiénico Poncio Pilatos.

El nepotismo es un escándalo infeccioso. Contagia a toda la politiquería, incluso a muchos vociferantes que se las dan de opositores duros y tienen en la función pública a sus bebecitos, tan inútiles como los vástagos del oficialismo para intentar trabajar con éxito en el sector privado. La inmoralidad se democratizó.

Cada nepobebé descubierto abre un escándalo que pasa luego a escandalete y a escandalito, hasta desaparecer del escandalograma. Mientras crece la deuda pública a niveles escalofriantes, se agiganta el costo del nepotismo y de la politiquería en general.

A Chaqueñito hay que pagarle casi 40 millones más 20 mil dólares por voto. Este dato corrobora lo denunciado tiempo atrás por el embajador “ese” tan odiado por los machos cartistas. Aquello fue un escándalo (contra el embajador); lo de Chaqueñito se ocultó tras las gafas de Yamy Nal.

Ahora aparece el vodevil de los sobres del quincho de Mburuvicha Róga. No cualquiera olvida un sobre con ¿US$ 100.000? Y suena raro que la empleada doméstica lo encuentre, lo guarde esperando que alguien lo reclame y tras la falta de reclamo se lo entregue al presidente meses después.

Parecería un escándalo. Pero en el Paraguay nunca se sabe cuándo un escándalo es un escándalo. Y si lo fuera, solo hay que esperar un tiempito para que aparezca otro escándalo que lo borre.

Veremos con qué escándalo amanecemos mañana. Hasta entonces.

nerifarina@gmail.com

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