A pesar de las sonrisas y el alma llena de energía, los jóvenes deben estudiar en aulas que se caen a pedazos, pero al menos con pupitres nuevos. También se encuentran con la falta de oportunidades laborales y el difícil y caro estudio universitario. Otros sienten que la única manera de acceder a un empleo digno es tener un padrino político.
En las campañas electorales los candidatos mayoritariamente se sacan fotos rodeados de jóvenes, levantan las banderas y prometen oportunidades y esperanza. Sin embargo, las políticas públicas los empuja para una esquina y los deja a su suerte. La juventud debe soportar trabajos precarizados, con salarios bajos, falta de incentivos y puertas que se cierran una tras otra.
Pero en Paraguay no todo es oscuridad. Hay miles de jóvenes paraguayos que hoy lideran proyectos sociales, tecnológicos, culturales y ambientales. Jóvenes que, con ingenio, logran generar impacto real.
Son los que no esperan nada de nadie y se mueven buscando algún beneficio y crean empresas desde sus casas, organizan voluntariados, producen arte con la identidad paraguaya, compiten en el mundo y ganan becas en universidades extranjeras, donde también se destacan. Ellos son la prueba viva de que el talento en Paraguay sobra, lo que falta es acompañamiento.
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El contraste en Paraguay es brutal. De un lado, los jóvenes que florecen contra todo pronóstico; del otro, un Estado que repite los discursos sin generar las condiciones para que esta primavera dure todo el año. Por eso, este Día de la Juventud debería ser algo más que una fecha de festejos. Debería ser un llamado a despertar, a reclamar políticas reales, a no aceptar que el futuro se reduzca a promesas que se llevan en viento.
La juventud paraguaya no debería estar condenada a esperar algún milagro ni favores políticos. Tiene que convencerse de que el poder de cambiar este país está en sus manos llenas de energía. Y que, como en la primavera, llega el momento de florecer y salir adelante, aunque el invierno se resista.
jose.peralta@abc.com.py