Generación Z

En Nepal intentaron apagar el WiFi, pero encendieron una revolución. En Paraguay no hace falta cortar internet, acá se corta la esperanza. Lo que podríamos llamar un “apagón social” sufren los jóvenes todos los días, cuando un salario no alcanza, cuando estudiar es un lujo, y pensar en un seguro médico o una lejana jubilación parece un chiste cruel.

Inspirados por el eco de aquella Generación Z nepalí, los jóvenes paraguayos convocaron mediante redes sociales a una protesta por el hartazgo contra la corrupción. Los videos circularon por todos lados, con mensajes preventivos para evitar exabruptos. Pero las autoridades y sus aliados cartistas torcieron el relato y acusaron de que se incitaba a la violencia. Desempolvaron las muertes ocurridas en Nepal, como si la tragedia de otro país pudiera justificar el miedo de protestar.

La Policía activó sus protocolos y advirtieron que investigan perfiles y posibles infiltrados. Pero cumplir con la seguridad es parte de su trabajo, otra cosa es asustar a la ciudadanía. La protesta no es un delito: es un derecho. Y cuando las políticas públicas no garantizan un salario digno ni asegura el acceso a estudios y trabajo de calidad, el hartazgo lidera.

Antes, el activismo se gestaba en plazas; hoy se enciende desde un celular. La Generación Z es nativa de Instagram, TikTok o Discord, pero no es indiferente a la política porque sabe que las decisiones del Gobierno repercuten en el día a día. En Nepal se intentó un apagón digital; en Paraguay vivimos en un apagón social que dificulta oportunidades de estudiar, trabajar y proyectar un futuro digno.

Seamos francos, las instituciones democráticas están en crisis en casi todo el mundo. En Paraguay, están infectadas con corrupción, crimen organizado y narcotráfico, sostenidos por una justicia selectiva. La juventud, por su parte, tiene prioridades distintas como la economía y tecnología, y justamente desde la tecnología se construye nuevas formas de organización.

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Durante la pandemia, las redes ayudaron a la solidaridad, informaron, conectaron, ayudaron a organizar comilonas. Hoy se transforman en plataformas de protesta e incentiva a salir a las calles. Pero hay que subrayar que la violencia no es la salida. Nadie quiere que otro mes sea conocido como “paraguayo” por muertos en las calles.

La juventud ya no compra eslóganes oxidados como el “orden y progreso” que apadrinó el autoritarismo, ni el “vamos a estar mejor” que quedó en el vacío. Los jóvenes buscan construir lo que la política niega, un país donde estudiar y trabajar con dignidad sea normal y no privilegio. Ese reclamo, aunque incomode, ya no se puede callar.

jose.peralta@abc.com.py

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