Tumbar al gobierno

En las democracias normales es normal que los partidos vengan y se vayan del gobierno, que ganen y pierdan las mayorías populares que les sostienen y, en casos gravísimos, que caigan por la vía no electoral pero constitucional del juicio político.

No pasa nada, en una democracia normal, por estar a favor o en contra del gobierno; no pasa nada si se trabaja para modificar la mayoría en que se apoya; si se construyen coaliciones para impedirle acciones que generan disgusto o alerta a grupos particulares. Así funciona la democracia, esa es su razón de ser: Reemplazar la violencia política por el debate político en el marco de instituciones estables.

Sin embargo un grupo mesiánico de la élite globalista de nuestro país estuvo organizando durante las últimas semanas una manifestación que debe desarrollarse hoy, en la cual se arroga la representación de una generación entera de compatriotas, la generación Z, sin que ella haya podido opinar, votar o discutir lo que ese grupo de la élite impone como programa: Repetir Nepal para derrocar al gobierno, tal como lo reconocieron expresamente algunos de sus organizadores, Alexia Doldán y Piero Molas.

Mesiánico porque pretende, este grupo de la élite globalista, venir a salvarnos a los paraguayos de la serie de males que dicho grupo dice que sufrimos.

El derecho a la manifestación forma parte indispensable del proceso democrático, y nadie discute eso, mucho menos yo. El programa de derrocar al gobierno elegido por el pueblo, sin embargo, merece una reflexión más detenida.

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El juicio político, la destitución de un gobierno por vía no electoral, es un mecanismo democrático y constitucional. El juicio político en base a una conjetura, la historia de Luz Candado que arguyen Doldán y Molas como causal, es un golpe de Estado.

Para lograr los votos necesarios en el Congreso para destituir al gobierno en base a una conjetura, este grupo de la élite requiere un detonante, ya que la conjetura es sólo eso, que mueva a los miembros del Congreso a modificar la reticencia natural que tienen a aprobar la caída del gobierno.

La conjetura no es suficiente. La presión que los viejos poderes fácticos de nuestro país, como la Iglesia Católica, ejercen tampoco parece suficiente. Da la impresión que ya no cuentan con el acompañamiento de la embajada de Estados Unidos, aunque el “deep state” norteamericano todavía no fue totalmente desalojado del poder. Pero no me extrañaría que ese lugar esté siendo ocupado por las embajadas de las dictadura autodenominada “Unión Europea”, especialista en golpes como este. Pero tampoco es suficiente.

Por eso, este grupo de la élite globalista necesita un estallido de violencia que conmueva a los miembros del Congreso, que los empuje finalmente, a prestar apariencia legal al golpe de Estado.

Espero que fracasen.

evp@abc.com.py

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