En Atyrá, un hombre armado ingresó a plena luz del día a una farmacia céntrica, redujo a la cajera y se llevó la recaudación. El atraco, ocurrido alrededor de las 13:20, quedó registrado en cámaras de seguridad, dejando en evidencia la vulnerabilidad de los comercios.
En la compañía Cabañas de Caacupé, la violencia alcanzó un nivel estremecedor: cuatro jóvenes adictos al crack asesinaron a su propio tío de 58 años.
El crimen, marcado por la brutalidad, demuestra cómo las adicciones arrasan con los lazos familiares y convierten a los consumidores en protagonistas de hechos sangrientos.
Mientras tanto, en Arroyos y Esteros y Caacupé se siguen denunciando focos de microtráfico, donde la venta de estupefacientes se ha convertido en un problema cotidiano que alimenta la inseguridad barrial y arrastra a cada vez más jóvenes al consumo.
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Lo más alarmante es que todos estos hechos ocurrieron en el lapso de una sola semana, dibujando un panorama de inseguridad que genera miedo y desconfianza en la población.
A pesar de este escenario, el ministro del Interior, Enrique Riera, ha concentrado su agenda en otros puntos del país y prácticamente no presta atención a lo que ocurre en Cordillera. Los pobladores sienten que la región es relegada y que sus reclamos no son escuchados. Las promesas de reforzar la seguridad se repiten, pero en la práctica los hechos violentos siguen multiplicándose sin que exista una estrategia clara para frenarlos.
Cordillera necesita más que discursos: requiere presencia efectiva del Estado, controles más rigurosos y un compromiso real del Ministerio del Interior. La autoridades locales también deberían ser ingeniosos para ofrecer alternativas de inversión en una región muy frecuentada por su belleza natural, artesanal y espiritual.
Si bien en las instituciones educativas se dieron charlas contra la adicción, sería interesante que la violencia sea abordada en la familia para que todos sus miembros tengan conciencia del mal. Porque la indiferencia de las autoridades nacionales solo profundiza la percepción de abandono en un departamento que hoy clama por seguridad.
faustina.aguero@abc.com.py