Paraguay tiene miles de cosas más, pero evidentemente en eso se diferencia mucho de otras naciones. No quiero ahondar mucho con respecto a la amabilidad porque es una característica innata, es parte del alma del paraguayo de a pie que quiere hacer sentir bien a quien lo visita. Muchas veces otros paraguayos nos hacen sentir lo mismo, se nota también internamente cuando se visita a las personas del interior del país, sin ninguna duda.
Sin embargo, nuestros recursos naturales y la naturaleza es brutalmente castigada por todos aquí. Tal vez eran tan abundantes que antes pensábamos que los mismos serían casi ilimitados. Basta observar en horas de la noche a cualquier arroyo que pase por las ciudades del área metropolitana, desde hace años reciben la descarga contaminante de todo tipo, industrias pequeñas, mataderos, cloacas y muchos otros.
Admiro mucho a los grupos, generalmente integrados por jóvenes soñadores, que realizan agotadoras jornadas de mingas para la limpieza, sin embargo, apenas dejan el lugar, la inconsciencia con patas vuelve a utilizar esos recursos de agua como canales de desechos de todo tipo.
Algunos políticos se muestran, principalmente en campaña, plantando arbolitos por todos lados, a veces sin tener en cuenta siquiera el tipo de suelo o si la especie es ideal para ese lugar y estamos acostumbrados a dejarlo pasar “porque las intenciones son buenas”. Pero, el punto al que quiero llegar es que plantar va más allá de ese momento que puede durar unos pocos minutos. Plantar un árbol en un lugar público es solamente el comienzo de la vida de ese vegetal en el lugar, puede que tenga largos años por delante, pero para ello requiere de cuidados especiales, podas y la eliminación de las plagas que pueden debilitarlo o convertirlos en un peligro para nosotros mismos.
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¿Qué es lo que vemos por lo general? Que nadie los cuida. Paseando por la capital notamos muchísimos árboles secos, con riesgo de caer, otros con termitas y algunos mal podados por la ANDE. Pensamos que los árboles aguantan todo porque no se quejan con palabras o manifestaciones.
El día en que nos demos cuenta de que no importa quién lo plantó, e implementemos los cuidados necesarios, alejándonos de las famosas “paladas iniciales”, de que no todo lo que hicieron los que estuvieron antes está mal, ese día vamos a estar un paso adelante. Y esto no solamente va para los árboles, también para las obras que quedan olvidadas una vez que se inauguran.
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