Durante todo ese tiempo, el Gobierno volvió a demostrar su indiferencia, mientras los productores soportaban el sol, el cansancio y el desgaste económico, y miles de conductores quedaban varados en la ruta más importante del país. Todo por una causa que no es nueva, sino el resultado de años de promesas vacías y desinterés político.
La historia se repite desde 2021, cuando la empresa Estructura Ingeniería SA (EISA) fue adjudicada por G. 198.704 millones para construir el nuevo tren de moliendas. El proyecto comenzó con bombo y platillo, pero pronto se estancó entre atrasos, denuncias y papeleos. Petropar llegó a desembolsar más de G. 41.000 millones sin que la planta procesara una sola caña dulce.
En marzo de 2023, el contrato fue suspendido, y desde entonces los cañicultores quedaron nuevamente a la deriva, con sus campos llenos de caña sin destino y una industria totalmente ineficiente y desfasada. Los productores no piden subsidios ni regalos, solo quieren trabajar. No reclaman privilegios, reclaman justicia productiva.
Cada año, más de 800.000 toneladas de caña dulce quedan en riesgo de perderse porque la planta estatal solo puede procesar 350.000 toneladas si es que no se registran inconvenientes en la vieja estructura del ingenio estatal. Son pérdidas millonarias que golpean directamente al interior, donde la caña no es solo una producción: es sustento, cultura y comunidad.
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Después de 17 días de lucha y de ser ignorados una vez más, el Gobierno firmó un nuevo acuerdo: Petropar se compromete a realizar un nuevo llamado a licitación para culminar la obra inconclusa y a comprar toda la caña disponible mientras dure el proceso.
Un documento más, lleno de promesas y plazos, esta vez, hasta septiembre del 2026, que los productores recibieron con cautela, porque ya aprendieron a no creer hasta ver los tractores trabajar dentro de la planta, no sobre la ruta.
Los cañicultores de Troche dieron una lección de dignidad y resistencia. No se rindieron ante el abandono estatal ni ante la desidia de los burócratas.
Pero también dejaron al descubierto la falta de planificación de un Estado que solo reacciona cuando la presión llega al límite. Porque en Paraguay, la historia siempre termina igual: el campo produce, el Gobierno promete… y el pueblo espera.
victor.barrera@abc.com.py