Sin calidad, ya no puede haber títulos

La educación superior paraguaya está transitando hacia un nuevo enfoque institucional. La resolución N.º 1546/2025 del Ministerio de Educación y Ciencias (MEC) que dispone que, a partir de 2026, las carreras comprendidas en la Ley N.º 2072/03 y en la Resolución N.º 156/2024 de la ANEAES deberán ingresar en proceso de acreditación, y que desde 2028 solo podrán registrarse títulos emitidos por programas acreditados, marca un antes y un después en la historia de la educación terciaria del país. Se trata de aplicar con rigor un principio de coherencia: ninguna carrera puede formar profesionales si no demuestra calidad, y ningún título puede tener validez si no acredita competencias verificables.

Durante años el sistema funcionó en compartimientos estancos. El Consejo Nacional de Educación Superior (CONES) habilitaba programas, la Agencia Nacional de Evaluación y Acreditación de la Educación Superior (ANEAES) acreditaba carreras y el MEC registraba títulos sin considerar la información publicada por ANEAES. Ese modelo generó fragmentación, desconfianza y proliferación de ofertas académicas sin sustento. La decisión del MEC contribuye a la corrección de esta disociación: las carreras reguladas deberán iniciar el proceso de acreditación y solo los programas acreditados podrán emitir títulos registrables.

La Teoría de Sistemas

La Teoría de Sistemas de Niklas Luhmann permite comprender la profundidad de este giro. En su trabajo Sistemas sociales (1984), Luhmann sostiene que los sistemas existen porque logran reducir la complejidad del entorno, filtrando lo que pueden procesar según su propio código de validez. Paraguay redefine hoy ese código: la acreditación pasa a ser el filtro que distingue lo legítimo de lo inaceptable, reemplazando la antigua lógica de habilitación formal. En consecuencia, el sistema entero se reordena. Ya no tiene sentido habilitar una carrera que no pueda acreditarse ni crear universidades que no demuestren potencial de calidad. En un contexto donde la acreditación será condición de registro, habilitar programas sin perspectiva de cumplir estándares equivaldría a perpetuar la misma informalidad que el propio Estado busca superar.

Esta nueva arquitectura institucional produce un acoplamiento estructural entre los organismos integrantes del subsistema de educación superior. La ANEAES, el CONES y el MEC mantienen su autonomía funcional, pero se articulan dentro de una red que opera según el principio luhmanniano de autopoiesis y cierre operacional: cada uno se reproduce a través de sus propias operaciones -evaluar, habilitar, registrar-, pero todas adquieren sentido en relación con las otras. La habilitación se convierte en una antesala de la acreditación, y, el registro, en su confirmación final. La coordinación deja de ser una aspiración y se vuelve estructura: la calidad pasa a ser el código común del sistema.

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El cambio no es menor. Supone la clausura de un modelo de expansión desordenada y el tránsito hacia una etapa de formalización y responsabilidad. Pero afirmar que la era de la informalidad ha llegado a su fin sería, por ahora, una declaración de intenciones. Todo dependerá de que la resolución del MEC se implemente efectivamente, de que las instituciones de educación superior asuman su compromiso con la mejora continua y de que el Estado mantenga la decisión política de sostener esta coherencia. El riesgo, como enseña Luhmann, está en que los sistemas tienden a reabsorber la complejidad que intentan reducir. La verdadera transformación no será automática: requerirá vigilancia pública, continuidad técnica y cultura institucional.

En este nuevo marco, ya no tiene sentido habilitar ofertas académicas sin horizonte de acreditación ni crear instituciones de educación superior que no puedan demostrar potencial real de calidad. La expansión sigue siendo necesaria para garantizar acceso y desarrollo, pero ya no puede basarse en la mera multiplicación de ofertas sin criterios. El mensaje es claro: el país necesita una expansión con garantía, donde el crecimiento se acompañe de estándares sólidos y verificables. Cada institución deberá demostrar que puede sostener sus programas en niveles académicos, científicos y profesionales capaces de superar los procesos de evaluación. En adelante, sin evaluación no habrá título, por lo que la ANEAES se consolida como la instancia de verificación y arbitraje del subsistema, encargada de asegurar que toda oferta universitaria tenga sentido dentro de un sistema de calidad.

De este modo, deja de ser una institución más de la educación superior para convertirse en el eje articulador del sistema. Su rol ya no es auditar desde la distancia, sino producir información, acompañar procesos, impulsar la mejora continua y garantizar que las condiciones de calidad sean medibles y públicas. La acreditación se convierte en la herramienta que ordena la educación superior, así como en el lenguaje común y confiable entre el Estado, las instituciones y la ciudadanía.

La reconfiguración del sistema

Durante el último año, la educación superior paraguaya ha vivido una coyuntura de cooperación inédita entre el Ministerio de Educación y Ciencias (MEC), el Consejo Nacional de Educación Superior (CONES) y la Agencia Nacional de Evaluación y Acreditación de la Educación Superior (ANEAES). Esta sinergia institucional permitió consolidar una visión compartida: que la calidad deje de ser un principio abstracto y se convierta en el eje operativo del sistema.

En ese contexto, la ANEAES impulsó un conjunto de decisiones que fortalecieron la transparencia, la confianza pública y la legitimidad técnica del proceso evaluativo. La transmisión en vivo de las sesiones del Consejo Directivo abrió un nuevo estándar de apertura institucional, acercando a la ciudadanía los debates sobre las políticas de evaluación y acreditación. A ello se sumó la publicación de las actas de los pares evaluadores firmadas, que aportó responsabilidad al proceso, y el uso de medios tecnológicos para el sorteo público y aleatorio de los pares evaluadores, que eliminó toda posibilidad de discrecionalidad.

Paralelamente, la Agencia desplegó la campaña nacional “Acreditá tu Futuro”, un esfuerzo comunicativo y pedagógico que llevó el tema de la acreditación al centro de la conversación pública. A través de redes sociales, medios de comunicación y charlas con estudiantes de la educación media, la campaña promovió el valor de elegir carreras acreditadas, explicó el significado concreto de la calidad y fortaleció la relación entre las instituciones y la sociedad.

A ello se sumó la publicación de informes sistemáticos sobre el estado de las carreras comprendidas en la Ley 2072/03 y la Resolución 156/2024, donde se expusieron los niveles de informalidad del sistema y la necesidad de avanzar hacia un modelo de mayor coherencia. Estos insumos técnicos y la apertura institucional generaron una base de legitimidad sólida para la resolución del MEC que vincula el registro de títulos con la acreditación. En esta coyuntura, la calidad debe consolidarse como el código comunicacional entre los organismos del sistema y como la nueva forma de comunicación pública del Estado con la sociedad.

De este modo, la ANEAES se consolida como la instancia de arbitraje y verificación del subsistema, garante de que toda oferta universitaria responda a estándares medibles, transparentes y legítimos. Su papel adquiere una relevancia estructural: asegurar que los títulos universitarios representen formación real, competencia profesional, compromiso ético y, que las instituciones de educación superior rindan cuentas sobre sus ofertas académicas.

Este proceso, más que una reforma administrativa, redefine la capacidad del país para fortalecer su capital humano y sostener su desarrollo sobre una base de conocimiento y calidad. En un mundo donde la competitividad depende del saber y la innovación, garantizar que cada título tenga respaldo académico es una apuesta estratégica por el futuro del Paraguay.