En julio pasado, un grupo de vecinos llegó hasta la sede del Ministerio de Obras Públicas y Comunicaciones (MOPC) en Asunción, para exigir que se concrete el proyecto que las autoridades nacionales habían asegurado iniciar.
En agosto de 2024, durante el “Día de Gobierno” en Mbuyapey, el presidente Santiago Peña, junto con la ministra del MOPC, Claudia Centurión, y el ministro de Urbanismo, Juan Carlos Baruja, prometieron que en el primer semestre de este año comenzaría el asfaltado de 30 kilómetros.
Sin embargo, meses después, durante otra jornada de gobierno realizada en Villarrica, tanto la ministra Centurión como el propio mandatario volvieron a anunciar con entusiasmo que la obra “ya era un hecho”. Incluso afirmaron que el financiamiento estaba asegurado a través del Fondo Financiero para el Desarrollo de la Cuenca del Plata (Fonplata), con una inversión prevista de G. 69.279.654.428.
Pero la realidad muestra otra cosa. Pasó un año y hasta ahora no se sabe nada. La promesa política se esfumó entre anuncios y postergaciones. Ante esta situación, los lugareños fueron nuevamente hasta la capital, donde fueron recibidos por el viceministro de Obras Públicas y director de Caminos Vecinales, Ing. Hugo Arce.
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Según informó el coordinador de la organización del distrito de Mbuyapey “Asfaltado Ya”, dirigida por Marcial Martínez, el viceministro Arce les informó que el martes 22 de julio de este año el proyecto obtuvo el código SNIP N° 1034 por parte del Ministerio de Economía y Finanzas (MEF), lo que constituye —supuestamente— un paso previo para avanzar en la ejecución. No obstante, una vez más se postergó la esperanza: se les informó que el asfaltado recién podría concretarse en el primer semestre de 2026.
Los caminos siguen en estado deplorable. Los pobladores reclaman que se inicie la licitación y adjudicación de la obra, pues la situación afecta todos los aspectos de la vida comunitaria.
El mal estado del tramo compromete la salud —cuando deben trasladar enfermos a los centros asistenciales—, perjudica la producción agrícola, especialmente la de caña de azúcar, que debe ser llevada al mercado arrastrada por tractores, y dificulta el acceso del transporte público.
Una vez más, las comunidades rurales quedan atrapadas entre discursos políticos y promesas incumplidas, esperando que el asfalto deje de ser una ilusión y se convierta, finalmente, en una realidad.
emilce.ramirez@abc.com.py