Casi 36 millones de personas viven bajo el umbral de pobreza en Estados Unidos, según datos de la Oficina del Censo de 2024. Es decir, poco más de uno de cada 10 estadounidenses está en esa penosa categoría. Entretanto, según la revista Forbes, el número de multimillonarios es de 902, el 0,0002645 por ciento de la población.
El sistema pretende ignorar la pobreza. Pero no puede evitar su impacto. La pobreza pende como una espada de Damocles sobre la gente. Causa un miedo cotidiano a recibir una factura equivocada, a que suba el alquiler de la vivienda, a que no haya dinero para comprar comida. La estabilidad de millones de familias es muy precaria, porque el sistema económico no está concebido para garantizar la satisfacción de las necesidades básicas de todos.
Estados Unidos se ha anunciado como el país de las oportunidades, pero muchos estadounidenses afirman que ese lema ya no tiene vigencia. El precio de la vivienda se ha disparado desde hace décadas, y actualmente encontrar un alquiler asequible en la mayoría de las ciudades es casi siempre una misión imposible. El sistema exige a los jóvenes endeudarse para estudiar en la universidad; a las familias, para sobrevivir; a los jubilados, para adquirir medicinas que en otros países cuestan muchísimo menos, incluso en el vecino Canadá.
Las tarjetas de crédito, que muchas familias se ven obligadas a usar para costear sus necesidades esenciales, tienen actualmente tasas de interés que en otras épocas habrían dado lugar a acusaciones de usura: 25%, 29% y hasta más del 30% en no pocos casos. Pero el gobierno no interviene. Mientras los bancos reportan ganancias enormes, las familias sufren estrés, enfermedades, carencias. Muchos consumidores, tratando de salir a flote, se ven de pronto ahogados en un mar de deudas y penalidades por retrasos en los pagos.
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Tener un techo seguro, acceso a alimentos, medicinas y tratamiento médico, electricidad y transporte debería ser un derecho de todos, no un lujo reservado a quienes no cometieron el pecado de nacer o de caer en la pobreza. En el país más rico del mundo, la idea de garantizar a todos condiciones mínimas de bienestar, o simplemente de supervivencia, es anatema y condenada como “socialista” o “comunista”.
Los recortes impulsados por el presidente Trump y aprobados recientemente por el Congreso agravan la vulnerabilidad de millones de familias. La eliminación de subsidios clave de la Ley de Cuidado de Salud Asequible —conocida como Obamacare, porque se promulgó durante la presidencia de Barack Obama—, la reducción de fondos para el programa de salud estatal Medicaid, y otros recortes a personas de bajos ingresos, conllevan deducibles más altos, primas de seguros imposibles de pagar y menos servicios para quienes ya viven al límite. Cuando se debilitan estos programas, las familias trabajadoras quedan expuestas a nuevas deudas médicas, a racionar tratamientos y, en muchos casos, a la trágica disyuntiva entre la salud y la supervivencia económica. Estas reducciones empeoran los males de un sistema que ya castigaba a los más vulnerables.
El gobierno podría aliviar la precariedad de millones de personas. Podría limitar las tasas de interés de las tarjetas de crédito. Podría controlar los alquileres de la vivienda, al menos cuando hay una crisis económica, o construir viviendas asequibles para familias de bajos ingresos. Podría controlar el precio de los medicamentos, como se hace en otros países desarrollados. Podría tomar medidas para aliviar el peso insoportable de la deuda, la precariedad, la falta de oportunidades. Pero no lo hace.
Y entretanto, la desigualdad social aumenta cada vez más. El malestar económico y las deudas trastornan vidas, rompen matrimonios, retrasan la jubilación, impiden la realización de sueños y proyectos personales. La desigualdad debilita la cohesión social. Y una democracia donde millones de ciudadanos viven cada día al borde del colapso financiero no es una democracia sólida.
Estados Unidos necesita un debate urgente sobre la deuda y la desigualdad social. Están en juego la dignidad y la supervivencia de millones de personas a las que la nación no puede ni debe abandonar.
Artículo gentileza [FIRMAS PRESS]. El autor es escritor y periodista radicado en Miami. Sus novelas más recientes son El ocaso yLa espada macedonia, publicadas por Mundiediciones. También ha publicado el ensayo Biden y el legado de Trump con Mundiedicionesy el ensayoUna plaga del siglo XXI, sobre la pandemia del COVID-19.