Estados Unidos no es inocente precisamente para pensar que no lo hará. Sabemos que para desempolvar su viejo oficio de comisario del Continente necesita de un motivo, y esta vez es el narcotráfico instalado en el Estado venezolano, desde donde se protege a los más peligrosos cárteles de Sudamérica y contamina a las instituciones de países vecinos.
Pero no creo –repito- que invada, presiona como nunca, si, para lograr uno de los dos objetivos: que renuncie Maduro y su gavilla, o que los militares venezolanos den un golpe de Estado contra ellos. Una alternativa al primero (que renuncie) es que se escapen y uno de los países aliados se encarguen de darles asilo.
Hasta ahora no hay nada concreto, excepto la esquizofrenia izquierdista de la posible invasión, como si los modelos de esta corriente ideológica: Rusia a nivel mundial y Cuba a nivel continental fueran inocentes palomitas en la materia. Lo que no entiendo es por qué la izquierda sigue considerando de izquierda a la Rusia de Putín.
Rusia invadió Ucrania, Georgia, Moldavia, los países Bálticos (Lituania, Letonia, Estonia), Polonia, Finlandia, Checoslovaquia, Hungría, Austria, Alemania, Japón y China.
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Cuba, durante el castrismo intervino (porque lo suyo no es la guerra sino la guerrilla) en numerosos países de África, América Latina y Oriente Medio, tanto mediante el apoyo a movimientos guerrilleros como a través de misiones de cooperación y operaciones militares a gran escala, como en Angola, Etiopía, Guinea-Bisáu, Mozambique, Argelia, Benín, Congo-Brazzaville, Tanzania, Nicaragua, Granada, Siria y Yemen del Sur. No hace falta citar la exportación de guerrilla a otros países ni el asesoramiento actual a Venezuela. Entonces, aquellas veces, no hubo esquizofrenia.
Asi como los norteamericanos invocan en sus invasiones la defensa de la democracia, rusos y cubanos hacen lo mismo o “ayudan” a independizarse de países colonialistas.
Ya se qué van a responder, pero más me preocupa, no cómo sacar a Maduro y su gavilla, sino cómo reponer la democracia en Venezuela, un país a cuya población se regaló armas para usarlas sin entrenamiento alguno, con cárteles de las drogas que son gobierno y con instituciones más que debilitadas, destruidas por el manejo dictatorial del chavismo durante un cuarto de siglo.
El profesor José Ramón Morales-Arilla hace un excelente estudio sobre la posibilidad de un cambio en Venezuela y luego de barajar alternativas concluye que la forma más pragmática de resolver el problema es una amnistía parcial y selectiva que no incomode a las Fuerzas Armadas, al punto de que éstas se vean obligadas a mantenerse al lado de Maduro hasta que todo se eche a perder. Y que esta salida probable cuente con el apoyo internacional de democracias sólidas y creíbles con capacidad de garantizar un proceso de transición.
El investigador no cree que en Venezuela se repita el caso de Libia cuando en 2011 terminó el régimen personalista de Muamar el Kadafi sobrevino una guerra civil, pero el hecho de que él no lo crea no significa que no pueda ocurrir, con gente fanatizada al extremo y armada para usos impunes.
Cree que la eventual transición a la democracia venezolana necesitará de un garante para dominar el tumulto armado que heredará el futuro gobierno surgido de la voluntad popular. Se refiere a los bolsones de civiles armados, alentados irracionalmente por los no amnistiados, los carteles refundados, inclusive de militares descontentos con el proceso político.
Pienso igual.