¿Quién de niño no tuvo que pasar por algunos cambios sin saber el motivo de los mismos? Desde pequeños, algunos puntos de nuestras vidas se ven afectados positiva o negativamente. Al llegar a la adolescencia, estas transformaciones van teniendo sentido y entendemos que toda situación tiene un porqué.
Mudarse de colegio, el fallecimiento de algún familiar cercano, un ascenso en el trabajo o una separación injustificada son algunos de los ajustes que recibe el motor de la vida que lo manejamos nosotros mismos. Aunque a veces no sepamos el fundamento de algunos hechos, con el correr del tiempo vamos diciendo ¡con razón pasó eso!
El adiós a una etapa siempre nos provoca tristeza porque luego de las despedidas nada vuelve a ser igual, a pesar del intento de que lo sea. En muchos casos, los mejores amigos que formamos en la infancia ya no son los mismos que nos acompañan en la juventud y los que son actualmente tampoco serán los que estarán en la etapa adulta, ya que la vida, a diario, nos presenta a nuevas personas que se vuelven importantes luego de un tiempo. Cuando todo se torna color de rosa, tiene que llegar un tono negro para avisarnos que no siempre vamos a estar con las personas que queremos y que los ciclos de la vida nos enseñan a ir creciendo y viviendo nuevas experiencias.
Despedir el colegio no fue tan complicado, pero decir chau a los amigos que uno formó durante años en una institución educativa es lo que provoca en uno un poco de tristeza, ya que cada quien deberá tomar las riendas de su camino y formar nuevos amigos. Lo mismo sucede cuando debemos dejar el trabajo actual por uno nuevo que, tal vez, nos dará mejores frutos.
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A pesar de que uno no quiera dejar el ambiente educativo o laboral donde pasó tanto tiempo y en el cual formó compañeros, esta circunstancia forma parte de la etapa de lanzarse a otros desafíos y experimentar cosas nuevas que te hacen entender tu maduración como persona.
Así que, si el próximo año te mudás de colegio o por situaciones del destino tenés que dejar tu trabajo para empezar de nuevo en otro sitio, no te desanimes y tené en cuenta que las amistades que uno formó por el camino, a pesar de que ya nada será igual después del cambio, seguirán en un cofre valioso en tu corazón que abrirás cada vez que necesites un recuerdo de felicidad.
Las despedidas siempre provocan lágrimas, pues los abrazos de “te voy a extrañar” hacen que un nudito se forme en la garganta. A veces, decir adiós cuesta, pero como dice una frase del sabio Salomón: “Lo que viene es mejor, dado que lo que viene será mezclado con la experiencia del pasado y esa mezcla será la que nos llevará al crecimiento”.
Por Mónica Rodríguez (19 años)