Hace unos días, salió en las noticias que los cargadores del bus de la Línea 12 fueron robados por los pasajeros. Constantemente, la ciudadanía se queja de que no hay progreso en los servicios públicos, pero, una vez que tenemos las tan ansiadas mejoras, ¿qué hacemos para cuidarlas?
Hay varios ejemplos que demuestran que estamos aún muy lejos de ser un país civilizado. Siempre nos enseñan que no debemos tirar la basura en el suelo; sin embargo, cuando la botella de gaseosa nos estorba, simplemente la tiramos por la ventanilla del vehículo o en cualquier vereda.
Las señales de tránsito, que son instrumentos para facilitar la circulación de los transeúntes, son torcidas, utilizadas como pizarras de dibujos o encima se pegan afiches, haciendo imposible la comprensión del símbolo y el mensaje. Además de que no hay mucha señalización en nuestras rutas, algunos se toman el atrevimiento de destruir los pocos carteles que tenemos.
¿Qué hay de las pintatas? Ya sea en los baños del colegio, la facultad o cualquier otro lugar público, hay personas que tienen la costumbre de dejar grabados su nombre y el de su amor prohibido, como si al resto de la población le importara su expresión de romanticismo, aunque en verdad es mala educación. Ni siquiera los edificios históricos se salvan de esta clase de vandalismo.
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Las personas se lamentan porque no hay espacios verdes o de recreación, pero ¿se han puesto a pensar que lo poco que tenemos siempre termina sucio? Cuando hay algún festival, el lugar queda como un chiquero al día siguiente. Y sí, la municipalidad debe encargarse de la limpieza; sin embargo, nosotros también tendríamos que poner de nuestra parte para vivir en un ambiente más limpio y colocar nuestros residuos en los lugares correspondientes.
Y si a nadie le ha pasado que se encontró con un chicle que le arruinó la ropa o el pelo, probablemente no vive en este país. Pegar la goma de mascar en los asientos para hacer una “bromita” al resto de las personas demuestra la falta de cultura de algunos. Tal vez, la historia más repulsiva que tenemos que contar es la de los baños públicos con el papel higiénico esparcido por el suelo y los “regalitos” que nos dejan los que “olvidan” estirar la cisterna.
Otro ejemplo de falta de civismo es el de los ciudadanos que aprovechan el raudal que se forma en los días de mucha lluvia y tiran sus bolsas de basura para que se las lleve la corriente. La consecuencia: se taponan los desagües y otros residuos van a parar a los arroyos, contaminándolos.
Está muy bien que exijamos a nuestras autoridades que mejoren los servicios públicos, pero nosotros debemos poner de nuestra parte para cuidar lo que ya tenemos y no comportarnos como chanchos en el chiquero o destruyendo todo lo que encontramos a nuestro paso.
Por Viviana Cáceres (18 años)
