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¿Quién diría que tomarse una fotografía, hoy día, sería un peligro mortal? La ambición de la gente, por conseguir muchos likes, seguidores o convertirse en influencer de las redes sociales, no tiene límite. La competencia de “quién es el más creativo haciéndose una selfie” no mira el peligro sino la fama y los me gusta.
Angela Nikolau, por ejemplo, es una instagramer rusa quien desafía al peligro tomándose fotografías desde lo más alto de los edificios; esta joven es llamada la reina del “roofing”, un deporte considerado el más arriesgado de todos; por el momento, la muerte todavía no la tocó. Asimismo, meses atrás, circuló un video en el que se mostraba a un muchacho grabándose desde lo más alto de una construcción y, en un desequilibrio, cayó desde el piso 70.
Según un estudio global realizado este año, en el transcurso del 2011 hasta 2017, 259 personas murieron en busca de la selfie perfecta y, en la mayoría de los casos, las víctimas fueron hombres; por tal motivo, investigadores de la Biblioteca Nacional de los Estados Unidos recomiendan crear “zonas prohibidas para selfies”. Es de no creer que se deba poner carteles que adviertan “no tomarse fotos” en ciertos lugares como cimas de montañas, azoteas de rascacielos o cualquier otro lugar considerado arriesgado.
Son muchas las aristas del peligro que causan las redes sociales y, al parecer, muchos no tienen en mente de que una vida vale más que un millón de likes en Instagram. ¡Ojo!, además de los autorretratos en lugares inseguros, también las selfies mientras se está conduciendo pueden causar accidentes de tránsito.
Si nos preguntamos ¿para qué en realidad me sirve tener muchos likes en redes? Llegamos a la conclusión de que un “me gusta” no vale nada para nuestra vida. Claro, a menos que seas la reina de los likes como Kylie Jenner y seas pagada por el simple hecho de acumular “doble touch” en Instagram.
Por más que en nuestro país aún no se hayan registrado muertes por hacerse una selfie, de igual manera, la mortal obsesión por llegar a la popularidad arriesgando la vida, haciendo lo que sea, debe pasar desapercibida para todos nosotros.
Por Ezequiel Alegre (17 años)