La venganza, “el placer de los dioses”, trae cargos de conciencia y rencor

“Voy a mostrar lo malo de fulanita porque ella reveló mis secretos” es la frase para desquitarte con alguien que te falló. Esta acción no hace que desaparezca el rencor y, como dijo Chespirito, “la venganza nunca es buena, mata el alma y la envenena”.

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Seguramente tenés algún amigo que no confía ni en su sombra y parece haber borrado la palabra "perdón" de su diccionario. Este tipo de personas se sentiría perfectamente identificado con la canción "Jeremías 17-5" del cantante venezolano Canserbero.

El tema musical hace referencia a la cita bíblica del profeta Jeremías, que dice "Maldito sea el hombre que confía en otro hombre...". Toda la canción se encuentra marcada por la necesidad de venganza hacia una persona que ha cometido alguna falla.

Obviamente, no es sano confiar en todo lo que te digan ni creer ciegamente en las personas, pues estas pueden fallarte en algún momento. Sin embargo, es importante tener un poco de fe hacia los que te rodean, ya que poseer una coraza permanente que “impida que te lastimen” solo consigue alejarte hasta de aquellos que desean compartir sanamente el camino de tu vida.

“La sucia venganza mata el alma y la envenena, pero cuando de traición se trata, sí vale la pena”, decía Canserbero en su canción, justificando de esta forma los males cometidos hacia alguien que lo había herido anteriormente. El artista admitía que el “ajuste de cuentas” trae consigo cargo de conciencia, pero acepta el remordimiento a cambio del placer que, según él, acarrea la venganza.

Muchas veces, uno actúa de esta forma inconscientemente; aun con el dolor de estar obrando de manera indebida, la persona prefiere devolver los males recibidos de cualquier forma. Por ejemplo, alguien le alza la voz a un amigo en un momento de enojo y este no vuelve a dirigirle la palabra y comienza a crear chismes de la vida del primero; una situación prácticamente insignificante y fácil de resolver mediante el diálogo se agrandó innecesariamente.

Una de tus mejores amigas no supo guardar un secreto que le confiaste y, como revancha, comenzás a sacar a la luz todos sus “trapitos sucios”. Con esa venganza solo se genera que la amistad se rompa irremediablemente porque ninguna se atrevió a dar el primer paso para el diálogo.

No aceptar las fallas de los demás constituye una actitud sumamente egoísta, pues, en cierta forma, implica pensar que uno nunca se equivocará ni hará algo incorrecto. Aunque resulte difícil disculpar a quienes te han causado algún daño, limar las perezas es sano y, eventualmente, podría llevar a recuperar la amistad que se ha perdido.

El dolor de la traición no desaparece aunque te desquites de las formas más despiadadas posibles. El “ojo por ojo, diente por diente” daña doblemente a quien ejerce la revancha, pues a la pena que existía en su interior se le suma el cargo de conciencia y recordamos otra vez la frase de Chespirito: “La venganza nunca es buena, mata el alma y la envenena”.

Por Belén Cuevas (16 años)

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