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Tu día transcurre con tranquilidad, todo lo que querés es encontrar agua y comida. Mientras vas en busca de estas necesidades, el camino que decidiste tomar, por obra del destino, te cruza con algunos seres humanos a bordo de una camioneta.
Aquellos hombres solo son animales de otra especie, suponés que no hay mucho que temer, a no ser por la bestia metálica en la que se trasladan, y continuás el trayecto con tu ritmo normal. De pronto, escuchás cómo se abre una de las puertas del rodado y alguien baja. Sentís que algo te agarra con fuerza de la cola y te arrastra dolorosamente por el camino de tierra.
Podés protegerte haciendo un daño incluso mayor a tu verdugo, pues la naturaleza te ha dotado de armas; sin embargo, el cruel ser humano tiene una pequeña y maldita ventaja: puede razonar más que vos y, en ese momento, tiene control total sobre tu vida.
Sujetándote aún y no contento de arrebatarte de esa forma la dignidad, el hombre te golpea con rabia, como si le hubieras hecho algo y estuviera cobrando venganza. Después de acabar su irracional práctica de boxeo, arroja tu cuerpo hacia el otro lado del camino y quedás con una mezcla de dolor y rencor atascada en la garganta.
Sentías deseos de obsequiarle a tu verdugo tantos golpes como él te dio, pero no podías, la única forma de expresar tu dolor eran unos chillidos. Las risas de los descorazonados sujetos se mezclaban con tus quejidos en un video que se difundió rápidamente en las redes sociales.
Varios medios contaron lo que te sucedió; tu caso despertó un montón de críticas. Se decía que vos no solo sos sumamente peligroso, sino que formás parte de una de las especies amenazadas de extinción del Chaco paraguayo.
¿Qué tan humano puede considerarse alguien si desvaloriza hasta ese punto la vida de un animal? Cuando nosotros, las personas, nos sentimos amenazadas, podemos hablar, quejarnos, gritar y parar de alguna forma las agresiones que recibimos; sin embargo, los animales no tienen esta capacidad.
¿Qué dolores relataría la voz de un perro, si este pudiera hablar? Tal vez expresaría cuántas veces lo han tratado como si fuera un trapo sucio. ¿Qué contaría un león de zoológico acerca de su cautiverio? Quizás relate las largas horas de aburrimiento y cuánto extraña su cálida sabana, si es que, por fortuna, la recuerda.
Todas las formas de vida merecen el mismo respeto. Por obra de fuerzas que nadie comprende, los humanos se hallan más beneficiados que otras especies y tienen como tarea “proteger y disponer” de los recursos que le son confiados; sin embargo, cada vez que saltan a la luz videos que evidencian la perversidad del hombre, uno se pregunta, entre otras cosas, para qué nos sirve el poder de razonamiento, si no lo utilizamos para algún bien.
Los verdaderos “animales” hablan, crean, destruyen y disfrutan concienzudamente de sus maldades.
Por Belén Cuevas (16 años)