Este ensayo del antropólogo José Zanardini plantea la inesperada posibilidad de una coincidencia entre los modernos avances científicos y los antiguos mitos de origen de los pueblos indígenas.
Hoy, 9 de agosto, hace 75 años que, por orden del presidente de Estados Unidos, Harry S. Truman, la bomba Fat Man fue arrojada sobre Nagasaki. Tres días antes, el 6 de agosto, la primera bomba, Little Boy, había caído sobre Hiroshima.
Hoy se cumplen 75 años del lanzamiento de la bomba atómica sobre Nagasaki, posterior en tres días al bombardeo de Hiroshima. La figura de Albert Einstein quedó asociada desde entonces a la bomba atómica, sobre todo gracias a la famosa portada del 1 de julio de 1946 de la revista Time en la cual el ilustre físico y su ecuación «E = mc2» brillaban sobre el fondo de un hongo atómico. Este artículo nos recuerda otras facetas de su vida.
En agosto de 1945, la historia dio un giro sin retorno: la puerta a la extinción queda desde entonces a un botón de distancia.
Hoy pasearemos por la historia –desde su ascenso al pico de la popularidad hasta su paulatino declive– de cierta jocosa anécdota cuyos orígenes constan en los archivos de la prensa escrita de las primeras décadas del siglo XX.
Albert Einstein tiene de nuevo razón: una predicción de su teoría de la relatividad general fue probada con éxito desde Chile al estudiarse el paso de una estrella cerca del agujero negro supermasivo situado en el centro de la Vía Láctea.