Los senadores aprobarían mañana un proyecto de ley sobre la función pública y la carrera del servicio civil, cuya versión modificada fue presentada por el Poder Ejecutivo el último 16 de septiembre. El mismo excluye de sus normas a los Poderes Judicial y Legislativo, entre otros varios órganos, lo que significa que quienes allí presten servicios como funcionarios o contratados no se ceñirían por la nueva norma y se regirían por regulaciones especiales aún no concebidas. La iniciativa en cuestión deroga explícitamente la Ley N° 1626/00, de la Función Pública, de modo que el Congreso y las demás entidades, cuyas respectivas competencias regulatorias en materia de función pública son reconocidas en el proyecto, deberán reglamentar –a gusto y paladar, se podría decir– la ley que llegue a promulgarse. Tal como se ven las cosas, la tan traída y llevada reforma del Estado es una tomadura de pelo. A este paso, lo que se viene es una “legalización” disimulada, una luz verde para el clientelismo.
La diputada Kattya González (PEN) afirmó que la claque colorada humilla a los jóvenes instalando en su propia sede partidaria una “agencia de empleos”. “Los empleos en el sector privado se construyen en el sector privado y se consolidan en las instituciones republicanas, y no en una sede partidaria”, indicó.
Un escándalo sacude el mundo del arte: el International Center for the Arts of the Americas del Museo de Bellas Artes de Houston otorgó por unanimidad el Premio Peter C. Marzio 2020 al crítico de arte argentino Rodrigo Cañete. Después de que instituciones y colectivos de artistas, curadores y críticos emitieran comunicados en contra de tal decisión, el premio ha sido rescindido.
«Creo que quedó muy claro cómo se maneja la elite del arte y cuán atrás se ha quedado respecto de los modos en los que se hace cultura hoy», reflexiona el crítico de arte Rodrigo Cañete sobre la campaña montada en estos días contra el importante premio que mereció una investigación suya.
El clientelismo es un objeto de estudio bastante más escurridizo de lo que se cree hasta hoy, dispara Montserrat Álvarez en este artículo.
Hay un intento de sanear el país, pero el intento es muy débil y confuso, si sanear lo entendemos por bregar que se cumpla el precepto constitucional de que todos somos iguales ante la ley, que de la función pública se extirpen el clientelismo y el prebendarismo políticos, que la narcopolítica sea combatida de frente sin excepción y que los corruptos sean enviados a la justicia sin dilaciones ni chicanas.