2 de diciembre de 2025

Dos hermanos policías que estuvieron presos en Brasil y que recientemente fueron sancionados con la baja, podrían ser asesinados por otros cinco hermanos policías, según denunció ayer en Ciudad del Este (CDE) uno de los supuestos amenazados. El problema sería por el robo de una carga de 60 kilos de cocaína. El supuesto marcado para morir criticó duramente al comandante y al subcomandante.
La Policía Municipal de Tránsito (PMT) de Asunción tiene la mala fama bien ganada de tener en sus filas a agentes de lo más corruptos, que buscan la ocasión para desplumar a los conductores mediante el chantaje. No se trata solo de que propongan un soborno a los infractores para librarles de una multa, sino también de que hasta inventen una falta, como la de que el conductor ignoró la luz roja de un semáforo. En las últimas semanas, se han sucedido denuncias, inclusive acompañadas de filmaciones, acerca de esa actividad delictiva, especialmente realizada en torno a las avenidas Aviadores del Chaco y Santa Teresa, donde hay hoteles y centros comerciales que prometen una faena lucrativa para los agentes, mediante la “caza” de turistas. Los casos que salen a la luz son apenas la punta del gigantesco iceberg de la corrupción, instalado en la PMT desde hace años. Tal como está, esa institución es en gran medida un centro de operaciones delictivas.

El Círculo Paraguayo de Médicos (CPM) expresó su profunda preocupación por lo que considera un “nivel extremo de corrupción”, dentro del propio Ministerio de Salud Pública. “El default moral y financiero no solo amenaza la sostenibilidad del sistema de salud, sino el futuro del país entero”, advirtió el gremio, que solicitará una reunión con el presidente Peña.
El último fin de semana se llevó adelante una manifestación ciudadana en el centro de Asunción, convocada por la organización denominada “Generación Z”, contra la corrupción y los abusos estatales. Sin embargo, la protesta social concluyó en la detención de 28 jóvenes luego de que la represión policial y las detenciones masivas y arbitrarias se hicieran presentes en dicha convocatoria, recordando tiempos pasados, en los cuales, manifestarse atentaba contra la doctrina de la “seguridad nacional”. Lo acontecido nos trajo a la memoria la famosa frase del tristemente célebre ministro de Educación de la dictadura, Carlos Ortiz Ramírez, quien acuñó la frase “la calle es de la policía”, para justificar una violenta represión durante una pacífica marcha ciudadana como la del último domingo. En verdad, pocos de quienes sufrieron aquella ignominiosa época habrán pensado que volverían a vivir una situación similar.
Al Gobierno del presidente Santiago Peña le molestan enormemente las voces disonantes que cuestionen sus actos de desgobierno, la corrupción y el robo. Ya conocimos esta clase de experiencia en marzo del 2017, durante el entonces gobierno de Horacio Cartes cuando, después de una manifestación, una orden superior dispuso atropellar la sede del PLRA, donde la policía cartista asesinó a Rodrigo Quintana. Ocho años después, la historia se repite con nuevos tintes. Con menos manifestantes y más policías, con detenciones arbitrarias y cacería ciudadana violentaron varios preceptos constitucionales y dejaron una sospecha: tienen una intolerancia visceral a cualquier otra voz que no sea la cartista. Habituados a copar todos los poderes y las instancias inclusive autónomas, el Gobierno desplegó unos 3.000 policías para doblegar a unos 300 “peligrosos” jóvenes que se convocaron para una marcha contra la corrupción. Un gigantesco papelón para la Policía Nacional y el Ministerio del Interior, que con comunicados criminalizaron una manifestación amparada por la Constitución Nacional.
Tras veinte días de duros combates, la primera gran batalla de la Guerra del Chaco cesó el 29 de septiembre de 1932, con el triunfo de las armas paraguayas sobre las bolivianas, de modo que no está mal que un departamento chaqueño lleve su nombre. Poco después del armisticio que puso fin a las hostilidades tres años más tarde, el comandante en jefe, entonces general José Félix Estigarribia, dijo a su par, el general Enrique Peñaranda, que su ejército era “uno de los mejores y más bravos del mundo”, a lo que este respondió que también el nuestro tenía “las más altas virtudes militares”. Ese mutuo respeto también se advierte hoy en las relaciones diplomáticas entre ambos países. Desde ya, es plausible que no hayan vuelto a surgir conflictos de límites ni de otra laya entre las dos naciones, pese a la considerable extensión de la frontera seca fijada por el Tratado de Paz, Amistad y Límites, de 1938.