La cuarentena me aburría y, como soy joven, quería disfrutar de la vida. No me quedé en casa, fui a fiestas y viajé al interior; lastimosamente, cada acción trae una consecuencia, y lo que ocurrió no fue nada agradable para mi familia.
Esta es una historia de ficción: El latir acelerado de mi corazón era el signo de que mis acciones se hacían peores. Poniendo excusas y adornando con moños mis pecados, solo logré que las consecuencias de la corrupción me sentencien trágicamente.
Este es un relato de ficción: Un accidente y una discordia fueron las responsables de que hoy cumpla la tenebrosa condena de “la vida real”. Luego de visitar una dimensión inefable, hoy recibo el castigo de volver a vivir en el mundo que todos conocemos.
Este es un relato de ficción: El vibrar del cuerpo juvenil, la frescura de mi sonrisa y lo exótico de no saber qué camino seguiré ¡todo eso yo extraño!, pero esos tiempos ya pasaron. En mi vejez, solo recuerdo con nostalgia lo que pude apreciar más.
Esta es una historia de ficción: Entre amigos, viajamos a la ciudad de Acahay con el objetivo de conocer un cerro. La travesía no empezó precisamente bien y los problemas no dejaron de presentarse; pero nadie esperó que la aventura termine así de mal.
Este es un relato de ficción: Una jornada más empieza y, desde temprano, recolecto lo que solventa mi casi canasta básica. Vivir en la marginalidad, entre deshechos, juntando plásticos y latitas, es el trabajo que me destina a quedar a la deriva de todos.