28 de septiembre de 2025
Cada momento de los 35 años de la dictadura es mostrado con el grano y el brillo de la época, comenta Pelao Carvallo acerca del primer largometraje del cineasta paraguayo Juanjo Pereira. Una reflexión sobre la persistencia, en lo estético, de un pasado que no se fue.
En abril de 1976, hace 49 años, durante la dictadura de Alfredo Stroessner, Paraguay fue escenario de una de las represiones más brutales de su historia, conocida como la Pascua Dolorosa. Este episodio, ocurrido en plena Semana Santa, marcó un punto de inflexión en la lucha contra el régimen autoritario, dejando una profunda huella de dolor y resistencia en el pueblo paraguayo, particularmente entre los campesinos de las Ligas Agrarias Cristianas.
Un par de días atrás, recordábamos aquel aciago 22 de marzo de 1984. Ese día, a través de una escueta resolución del Ministerio del Interior se ordenaba el cierre de actividades del diario ABC. Una orden arbitraria que no sorprendió demasiado, porque se veía venir en un momento en que la dictadura ya estaba lejos de su apogeo, por lo menos en lo que hacía al mando efectivo de Stroessner.
Este diario –fundado en 1967– fue clausurado arbitrariamente por la dictadura de Stroessner entre 1984 y 1989, su director –a cuya vivienda fue arrojada una bomba mal explotada– fue encarcelado dos veces, sus principales periodistas fueron enviados a prisión y otros desterrados. Su circulación fue retenida, durante meses, todos los días hasta que los lectores perdieran interés en adquirirlo por la avanzada hora en que liberaban a los vehículos repartidores.
El 22 de marzo de 1984, la dictadura, con el aplauso previo de la Junta de Gobierno de la ANR, decidió “suspender por tiempo indeterminado la impresión y distribución del diario ABC Color”, cuyo director, Aldo Zuccolillo, se hallaba recluido e incomunicado “por orden superior”. Nuestro diario reapareció una vez derrocada la dictadura un día como hoy de 1989, precisamente en el quinto aniversario del cierre, para seguir bregando por la libertad y la justicia, manteniendo siempre su “fe en la patria”. Esos nobles ideales deben ser defendidos cada día frente a los embates de la arbitrariedad a la que son tan propensos quienes confunden el Gobierno con el ejercicio del poder desnudo. La intolerancia aún arraigada hoy más que nunca, exige velar de continuo por la defensa del sistema democrático y de las instituciones republicanas del Estado de Derecho, en el que también los gobernantes están sometidos a la ley.
Katia Filártiga denuncia que un grupo de abogados intenta apropiarse de la millonaria indemnización por el asesinato de su hermano “Joelito” a manos de la dictadura stronista. Ante esta situación, acampa frente al Palacio de Justicia, acompañada por activistas de derechos humanos, exigiendo justicia y alertando sobre irregularidades en el proceso.