Es importante que el ser humano tenga metas en la vida, que se defina un objetivo válido y se empeñe en ponerlo en práctica, pues de otra manera, corre el riesgo de andar distraído, negligente, y terminar “más perdido que locote en clericó...”.
Estamos en el tercer domingo de Adviento, que es llamado “Gaudete”, de “gaudio”, el gozo de la espera: debemos estar contentos, porque esperamos a nuestro Salvador, que vino, y viene, a caminar con nosotros, y nos muestra el camino correcto.
Celebramos en este domingo la solemnidad de Jesucristo, Rey del universo, y así encerramos el año litúrgico. El domingo siguiente empezaremos un nuevo año litúrgico, con el Adviento.
Un escriba se acercó a Jesús y le preguntó qué mandamiento era el primero de todos. Seguramente, porque él se sentía confundido en el enmarañado de los 613 mandamientos de su ley, en donde 365 (uno por cada día del año) sostenían que “no” se debía hacer tal cosa, y otros 248 afirmaban que “si” era para practicar otra cosa.
Un hombre se acercó a Jesús y le preguntó qué tendría que hacer para heredar la vida eterna. La pregunta en sí misma ya revela una creencia en la vida eterna, es decir, estamos en esta tierra de paso, como peregrinos y administradores, que manejan cosas de modo transitorio, en búsqueda de lo definitivo.
Retomamos el evangelista Marcos, del capítulo 7 al 13, y lo vamos a seguir hasta el 17 de noviembre.