8 de mayo de 2025
A sabiendas de una lucha perdida en todos los frentes, reitero este año mi denuncia de que se ha robado a los obreros su día, tradicionalmente el 1 de mayo. Pasó a llamarse día del trabajador. Son conocidas las condiciones extremas, largamente padecidas, por los obreros de las fábricas norteamericanas. Junto con los escasos salarios soportaban 12 horas de trabajo, entre seis y siete días semanales.
Aplicar la filosofía programática en la cotidianidad agiliza procesos y eleva el nivel de precisión. Es lo que hace el mundo hoy, mientras el país padece del cáncer -extirpable cuando hay voluntad política real- de la corrupción, la impunidad y la desidia a las que se suma la ucronía en la que vive la gestión actual del Ministerio de Educación.
Desde hace tres años arrastro esta enfermedad que cambió mi vida para siempre, también la de mi madre y dos hijos menores. Comenzó con pequeñas molestias, insignificantes, que no merecían preocupación. Eso me parecía hasta que me fui al médico. Me hizo hacer algunos estudios cuyo resultado me hundió en la desesperación: cáncer. Pero no se preocupe –quiso consolarme el médico- todavía es incipiente y podemos vencerlo con el tratamiento de rigor. Le prometí –y me prometí- que lo haría con entera puntualidad. Somos una familia pobre, pero aun asì teníamos algunas cosas que empeñar. Cosas que malvender, apretados por la urgencia.
Ya estamos con otro alboroto sin salir aún de la conmoción que deja las publicaciones de los hechos delictivos, y sus ramificaciones, del exdiputado cartista, Lalo Gómez. Con este caso quedaron al descubierto los manejos criminales del poder. Al mismo tiempo, la complicidad de la justicia con esos hechos que van camino a la nada. El nuevo escándalo son los pupitres chinos comprados por Itaipú. De acuerdo con la tradición, pronto acabará sepultado por otro ruidoso incidente. Mientras tanto, quedará por lo menos la sospecha de un nuevo robo.
Ante la férvida intención de la honorable senadora Yamy Nal —a quien le gusta descolocar a sus votantes con sus filtros fotográficos— de que los periodistas presentemos declaración jurada, me adelanto a hacerlo. Desde su propio corral le dijeron que eso no es viable. Pero uno nunca sabe. Por ahí, alguien se levanta un día tras un embotellamiento y ordena: “marche una ley para que sepamos cuánto embolsan los periodistas”. Y ¡cataplín!, la ley se hace. Mayoría van a tener