La nueva generación de robots ya no está hecha solo de metal y engranajes. Con músculos artificiales, pieles elásticas y huesos flexibles, la robótica blanda avanza hacia máquinas que se mueven, se adaptan y aprenden con una plasticidad más próxima a la de organismos vivos.

De los quirófanos a los almacenes, y del océano a la granja, esta disciplina está redefiniendo lo que entendemos por “robot”.
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Por qué importa: seguridad, adaptación y contacto con el mundo real
Durante décadas, los robots industriales fueron precisos y rápidos, pero rígidos. Su fuerza llevaba asociada una barrera física: jaulas de seguridad y entornos controlados.
La robótica blanda invierte esa lógica. Al introducir materiales deformables —siliconas, elastómeros, tejidos técnicos, hidrogeles— y estructuras inspiradas en la biología, estos sistemas absorben impactos, se pliegan, cambian de forma y distribuyen fuerzas de forma segura.
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- Seguridad intrínseca: la complacencia mecánica reduce el riesgo en la interacción con humanos y con objetos delicados.
- Capacidad de adaptación: un mismo actuador puede agarrar fruta, herramientas o piezas irregulares sin reprogramaciones complejas.
- Contacto sensorial: sensores blandos integrados aportan “propiocepción” (medir deformaciones, presión, temperatura) difícil de lograr con hardware rígido.
La consecuencia es un salto en la “robustez en el mundo real”: menos dependencia de trayectorias perfectas y más tolerancia al desorden del entorno.
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La ingeniería del movimiento suave
El corazón de un robot blando está en cómo se deforma. Tres pilares tecnológicos lo hacen posible:

- Materiales y arquitectura: polímeros elastoméricos (siliconas, TPU), aleaciones y polímeros con memoria de forma, hidrogeles y materiales cristalinos líquidos permiten estructuras que se doblan, estiran o se contraen. Diseños inspirados en origami y kirigami introducen articulaciones y cambios de rigidez sin piezas duras.
- Actuación: además de motores y cables, proliferan actuadores neumáticos e hidráulicos, elastómeros dieléctricos, HASEL (electrohidráulicos), fibras enrolladas, y sistemas térmicos o magnéticos. La tendencia es hacia actuadores ligeros, eficientes y silenciosos con control fino de fuerza.
- Sensado y control: redes de sensores blandos (resistivos, capacitivos, ópticos) se integran en la propia “piel” del robot. En control, técnicas de aprendizaje automático y modelos de aprendizaje físico (simulaciones diferenciables) ayudan a gobernar sistemas con dinámicas no lineales y múltiples grados de libertad continuos.
El reto es orquestar todo ello sin renunciar a eficiencia energética y vida útil. De ahí el interés en estructuras híbridas: robots mayormente blandos con “islas” rígidas para electrónica, y mecanismos de rigidez variable (jamming granular, capas magneto/ electroactivas) para pasar de modos suaves a firmes según la tarea.
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De la inspiración biológica a casos de uso concretos

La robótica blanda bebe de la naturaleza. Tentáculos de pulpo inspiran brazos continuos; aletas de pez guían propulsión eficiente; lenguas y trompas sugieren prensiones versátiles; tejidos musculares orientan fibras artificiales. Esa bioinspiración ya cristaliza en aplicaciones con impacto:
- Manipulación en logística y manufactura: pinzas blandas capaces de agarrar objetos frágiles o deformables —desde bollería hasta frascos de vidrio— están entrando en centros de distribución. Su ventaja es la versatilidad: una pinza sirve para decenas de SKU (Stock Keeping Unit o unidad de mantenimiento de existencias) distintos sin cambiar utillaje.
- Agricultura de precisión: cosechadoras suaves reducen pérdidas por magulladuras y permiten recolección selectiva. Robots que “palpan” madurez de frutos o podan con contacto controlado ya se evalúan en invernaderos.
- Medicina y cirugía: catéteres y endoscopios blandos navegan por anatomías complejas con menos trauma. Robots continuos de diámetro milimétrico dan soporte a cirugía mínimamente invasiva y procedimientos cardiovasculares. En rehabilitación, exotrajes textiles que asisten cadera o tobillo —en lugar de exoesqueletos rígidos— mejoran la comodidad y el cumplimiento terapéutico.
- Exploración y rescate: robots que reptan, se cuelan por escombros o nadan entre corales se benefician de cuerpos comprimibles y propulsión suave, con menos riesgo de dañar su entorno.
- Wearables y háptica: guantes suaves con actuadores microfluídicos o dieléctricos aportan retroalimentación táctil para teleoperación y realidad virtual, y ayudas de agarre para personas con debilidad muscular.
Institutos como el Wyss de Harvard, CSAIL del MIT, ETH Zúrich, EPFL y laboratorios en Asia y Europa han empujado el estado del arte, mientras empresas emergentes y actores industriales —incluida la automatización tradicional— integran módulos blandos en líneas de producción y productos comerciales.
Fabricación: de laboratorio a línea de montaje
La manufactura es clave para pasar del prototipo al producto. Avances en:
- Impresión 3D multimaterial: fabricar, en una sola pieza, canales neumáticos, cámaras de actuador y sensores embebidos.
- Moldes y textiles técnicos: laminados, tejido trenzado y composites que canalizan deformaciones en direcciones deseadas.
- Electrónica estirable: circuitos, baterías y antenas flexibles que acompañan la deformación sin fallar.
Aun así, escalar requiere procesos repetibles y trazabilidad de materiales. La estandarización de conectores, controladores y protocolos de seguridad será determinante para una adopción masiva.
El cerebro de lo blando: control y aprendizaje

Controlar un continuum deformable es más complejo que mover un brazo con tres bisagras. Surgen estrategias mixtas:
- Modelos físicos simplificados combinados con aprendizaje por refuerzo o aprendizaje imitativo para tareas como manipulación de objetos deformables.
- Gemelos digitales diferenciables para entrenar políticas de control sin dañar hardware.
- Algoritmos de estimación del estado que infieren forma y contacto a partir de señales distribuidas de sensores blandos.
La teleoperación con asistencia inteligente y la fusión háptica-visual están ganando terreno en entornos donde la supervisión humana sigue siendo clave, como la cirugía.
Desafíos pendientes
Pese al impulso, persisten barreras:
- Energía y autonomía: la neumática depende de compresores o bombas; los actuadores eléctricos blandos todavía buscan altas fuerzas con bajos voltajes y eficiencia.
- Durabilidad y mantenimiento: ciclos de fatiga, microfisuras en elastómeros, fugas en sistemas fluidos y sensibilidad a temperatura o químicos limitan vida útil.
- Precisión y repetibilidad: la misma compliance que aporta seguridad puede penalizar exactitud, especialmente en micromanipulación o tareas de alta tolerancia.
- Regulación y certificación: en sanidad, normas estrictas sobre biocompatibilidad, esterilización y seguridad requieren validaciones costosas.
- Sostenibilidad: muchos elastómeros son difíciles de reciclar; emergen biopolímeros y diseños desmontables para reducir huella ambiental.
Resolver estos puntos definirá qué segmentos verán una adopción acelerada en los próximos cinco años.
Economía y horizonte
El mercado de componentes y sistemas de robótica blanda crece impulsado por la automatización flexible en comercio electrónico, la demanda de soluciones seguras en cobótica (campo de la robótica dedicado al diseño y uso de cobots, es decir, robots colaborativos) y el envejecimiento poblacional que requiere tecnologías de asistencia.
A medida que bajen los costos de actuadores, válvulas microfluídicas y electrónica flexible, y que maduren los kits de desarrollo y software, los integradores podrán desplegar células mixtas rígidas-blandas con retornos de inversión más claros.
La integración con visión por computador y modelos fundacionales —capaces de razonar sobre forma, textura y deformación— promete robots que no solo “aprieten suave”, sino que entiendan contextos y adapten su estrategia de manipulación en tiempo real.
Un nuevo lenguaje del movimiento
Si los robots de ayer imponían su geometría al mundo, los de hoy empiezan a acomodarse a él. La robótica blanda no sustituirá a la rígida, pero la complementa allí donde la vida diaria exige contacto, sensibilidad y capacidad de ceder para poder actuar.
Ese cambio —del control rígido a la inteligencia material— acerca a las máquinas un paso más al movimiento animal y humano, y redefine la frontera entre lo vivo y lo fabricado.