La susodicha atribuyó el diálogo difundido a un montaje hecho mediante inteligencia artificial o sacado fuera de contexto, pero el mensaje transcrito en su cuenta personal supone la confesión implícita de su autenticidad, en aras de un miserable chantaje. Del mismo se desprende que la repudiable legisladora tiene cosas que contar, que podrían arrastrar a muchos en su caída, así que, según parece desea hacerles entender a sus irritados colegas, que es mejor que no la molesten. Por si acaso, el senador liberocartista Dionisio Amarilla se apresuró a afirmar que los audios son un “gran disparate” que la prensa habría “sobredimensionado”. Menos mal que, al parecer, el Ministerio Público no comparte esta opinión, pues abrió de oficio una causa penal que estará a cargo de la Unidad Especializada de Delitos Económicos y Anticorrupción. Pero se espera que la investigación sea exhaustiva y no termine en agua de borrajas, como suele ocurrir cuando hay fuertes intereses políticos en juego. Por cierto: la Fiscalía debería preguntar a Yamy Nal quiénes son los “mucho peores” que ella, en lo que atañe a la comisión de hechos punibles de acción pública.
Una de las presuntas gravísimas corruptelas tratadas en la conversación entre los citados tránsfugas afecta a una donación de ocho millones de dólares, otorgada por el Gobierno de Taiwán para restaurar el Palacio Legislativo. El edificio fue construido mediante una donación de igual origen, que, según parece, en su momento conllevó una rapiña descomunal. El presidente del Congreso, Basilio Núñez (ANR, cartista), también mencionado en los audios, y el canciller Rubén Ramírez Lezcano deberían dar cumplidas explicaciones al embajador chino.
Por si aún hacía falta, este nuevo escándalo, protagonizado por un par de impresentables que abochornan al pueblo que los votó, evidencia la pobrísima calidad moral e intelectual de no pocos legisladores, pese a lo cual allí siguen, enlodando sus bancas. Se recuerda que el senador Silvio Ovelar (ANR, cartista) logró su reelección en 2013 y hasta llegó a presidir la Cámara Alta, luego de que en el periodo anterior haya sido suspendido durante dos meses, sin goce de dieta, porque compró cédulas de identidad en Coronel Oviedo en el marco de unos comicios generales. Por su parte, el hoy imputado Hernán Rivas (ANR, cartista) “ascendió” a senador en 2023, pese a que, siendo diputado, ya había fuertes indicios de que se había valido de un falso título de jurista para llegar incluso a presidir el Jurado de Enjuiciamiento de Magistrados (JEM).
Puede que Yamy Nal tenga “serios problemas psiquiátricos”, según su colega Juan Carlos Galaverna (ANR, cartista), pero también que tenga excesiva avidez por el dinero, como muchos otros. Si se comprobaran los hechos que salieron a la luz, el tratamiento para todos debería consistir en la aplicación rigurosa del Código Penal y en el desprecio manifiesto de sus compatriotas. Es hora de que en este país se pierda o se gane reputación, para lo cual es imprescindible que los electores ejerzan un juicio crítico. Al fin y al cabo, la impunidad reinante deriva no solo de la inacción del Ministerio Público o de la Justicia, sino también de la indiferencia de gran parte de la ciudadanía, como si todo le diera igual o creyera que la compraventa de votos, el desvío de fondos o la inserción presupuestaria de la clientela son actividades inherentes al cargo de parlamentario.
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Como dijo el último domingo en su homilía en Caacupé el presbítero Víctor Luis Cabañas, dirigiéndose al pueblo: “¿Querés siempre seguir en la corrupción? O (...) tenés una mentalidad nueva (...) o vamos a seguir siendo títeres en manos de personas que solamente buscan su provecho (...) que solamente se están arrodillando ante el metal fundido, la plata?”.
Este nuevo escándalo, de los muchos que se suceden pone en evidencia la podredumbre que afecta a varias instituciones de la República, comenzando por el Congreso Nacional.