«La muerte de Chris Rafferty»: crimen y castigo en la cultura del siglo XIX

Una canción popular sobre el caso real de un joven asesino ahorcado un 27 de febrero como hoy, en 1874, revela el impacto de la violencia urbana y la pena capital en el imaginario de las sociedades modernas.

Un típico “saloon” de finales del siglo XIX.
Un típico “saloon” de finales del siglo XIX.GENTILEZA

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En diciembre de 1876, el hijo veinteañero de unos inmigrantes suecos afincados en Estados Unidos, Rolf Johnson (1856-1922), empezó a escribir un diario. En él habla de cosechas en el este de Nebraska y de caza de búfalos al norte, de correrías desde Henderson Grove hasta Dakota del Sur, Colorado y Nuevo México, y bromea con compañeros de ruta y de trabajo y bebe con indios y cowboys y bailarinas de salones del «Salvaje Oeste» y menonitas rusos y vagabundos gorrones a través de carreteras, ríos, montañas, pueblos y ciudades.

El diario de Rolf Johnson, precedido por un estudio introductorio, fue publicado en el año 2000 por la Universidad de Nebraska con el título Happy As a Big Sunflower. Adventures in the West, 1876-1880. En él encontramos a Rolf, a mediados de 1878, cosechando trigo en Illinois, estado cuya ciudad más importante era la pujante Chicago, donde años antes un joven había sido ahorcado por matar a un policía, caso sobre el cual se cantaba una popular balada.

Esto aparece en el capítulo «The Harvest Circuit», «El circuito de la cosecha», del diario de Rolf. Dice la entrada del 18 de julio: «Trigo cosechado para Bill Hollister. Lo pasamos muy bien esta noche en lo de Dick Smith, cantando, bromeando y contándonos historias. Uno de los chicos, Bob Kennedy, fue el alma de la fiesta y cantó una canción muy graciosa, “The Dutch Volunteer”». Al pasar la página, la entrada del siguiente día, el 19 de julio de 1878, dice: «Trigo cosechado para Harnan. Harnan tiene varias hijas. Tres de ellas, Belle, Fanny y Mary Ann, viven en su casa. Fanny tiene unos quince años, Belle, algo mayor, es maestra de escuela, y Mary Ann es una solterona de aspecto avinagrado y temperamento irascible. Lo pasamos bien esta noche. Nick y yo cantamos “Whiskey Parker”, y luego Belle, Fanny y Gard Kenevel cantaron una balada, “La muerte de Chris Rafferty”, supuestamente escrita por Chris Rafferty, quien murió ahorcado hace varios años por asesinar al policía O’Mara en Chicago».

¿Qué dice la prensa de la época? En los archivos del New York Times y el Chicago Tribune de febrero y marzo de 1874 leemos que Christopher Rafferty asesinó a Patrick O’Meara (en su diario, Rolf escribe O’Mara) y que por ese crimen murió ahorcado a las doce y cincuenta minutos de la tarde del 27 de febrero de 1874, a los 25 años de edad.

Dos años antes, en el verano de 1872, una orden de arresto por «conducta desordenada» fue emitida contra el joven Rafferty, entonces de 23 años, y la tarea de arrestarlo fue encargada el 4 de agosto a los oficiales O’Mara y Scanlon, que, pasada la medianoche, lo encontraron en una mesa al fondo del saloon de O’Brien, en la calle Halsted del barrio de Bridgeport –barrio de irlandeses–. O’Mara se apostó en la puerta para que no huyera y el joven, al verlo, le ofreció un cigarro desde su mesa. Scanlon fue hasta él y le dijo que traían una orden de arresto. «¿Puedo buscar mi abrigo?», preguntó el chico. «Claro», respondió Scanlon. Pero Rafferty solo dio unos pasos antes de sacar un revólver del bolsillo, disparar a O’Mara, que cayó al suelo herido en el pecho y no tardó en morir desangrado, y luego tirar a la cabeza de Scanlon, fallar el disparo, huir del bar y perderse en la noche.

La policía lo capturó al cabo de unas horas y fue condenado a muerte un mes después, pero su condena fue anulada dos veces en los meses siguientes por problemas de procedimiento. Cuando finalmente llegó su hora, su padre lo visitó antes de la ejecución y dos sacerdotes lo acompañaron al patíbulo.

O’Mara dejó una viuda y cinco huérfanos y la familia de Rafferty quedó, según la columna «A Death Watch» publicada en el Chicago Tribune del 28 de febrero, «en la indigencia: el padre es anciano, la madre es ciega, la hermana está loca, el hermano huyó; subsistían con el trabajo de los dos hijos y ahora, privados de ese ingreso, se encuentran en dificultades». Por motivos que nos hurta la penumbra de la historia, la muerte de Rafferty fue lo bastante llorada como para que el Chicago Tribune imprimiera comentarios racistas acerca de «las iletradas masas irlandesas» y su nulo afecto por la policía en la columna «Dust to Dust» del 2 de marzo de 1874. Nos abstendremos de juzgar los destinos de estos hijos de un tiempo despiadado, Rafferty y O’Mara, que descansan en el mismo cementerio, el de Calvary.

La balada «La muerte de Chris Rafferty» revela el poderoso impacto de la pena capital en el imaginario de las sociedades modernas. La justicia secular cobra en esa canción popular los caracteres inexorables de una fatalidad que excede lo profano con un misterio de otro orden. Lo veremos a continuación en la letra, que, luego de anotar que ha disfrutado de una velada de bebida y música, transcribe Rolf en la entrada del 19 de julio de 1878 de su diario (letra que, dicho sea de paso, como también veremos, contiene un error: el condenado dice que lo ahorcarán el 22 de febrero, en vez del 27):

«Come all ye tender christians;

I hope you will draw near,

And likewise pay attention

To these few lines I’ve here.

For the murder of O’Mara,

I am condemned to die,

On the twenty-second of February,

Upon the gallows high!

My name, it is Chris Rafferty

–a name I never deny–,

I left my aged parents

In sorrow for to cry.

And little did I think,

In all my youthful bloom,

That I would go to Chicago

And there I’d meet with my doom.

Policeman O’Mara

Came into the Saloon;

Says he to me: “Chris Rafferty,

I want you mighty soon.”

‘Twas then I pulled my pistol;

And shot him through the heart;

Which caused a loving wife

And husband for to part.

On the day of my trial,

‘Twould please your heart to see,

My companions and associates

All standing up by me;

I bade them all a warning

To take by my sad fate;

And leave off their night-walking,

Before it was too late.

On the day of my execution,

It pierced my heart to see,

My sister came from Bridgeport

To take farewell of me.

She felt into my arms;

And so bitterly did cry.

Says she: “My dearest brother,

This afternoon you die!”

And now my trials are over;

And from this world I part.

For the murder of O’Mara

I’m sorry to the heart.

Come all, ye young and older men,

And warning by me take!

And leave off your night walking,

Before it is too late».

Una traducción libertina, tratando de mantener algo del ritmo original, o cuando menos del metro, los octosílabos y la rima asonante, podría sonar así: «Venid, buenos cristianos, / acercaos a mí, / y prestad atención / a lo que os vengo a decir. / Por el crimen de O’Mara / a morir condenado, / el veintidós de febrero / ¡en la horca seré colgado! // Chris Rafferty es mi nombre, / yo nunca lo negué, / y llorando de pena / a mis viejos dejé. / Que iría hasta Chicago / a encontrar mi condena / en plena juventud, / jamás imaginé. // El policía O’Mara / entró en el salón. / Me dijo: “Chris Rafferty, / he venido a arrestarte”. / Y saqué mi pistola / y le disparé al corazón; / y así dos esposos amantes / tuvieron que separarse. // El día de mi juicio, / hubieran debido ver / a mis compañeros y amigos / todos a mi lado de pie. / Les pedí que escarmentaran / con mi triste desenlace / y dejaran de vagar de noche / antes de que fuera tarde. // El día de mi ejecución / se me rompió el corazón: / mi hermana vino de Bridgeport / a darme el último adiós. / Arrojándose a mis brazos / lloró con hondo pesar. / Me dijo: “Hermano querido, / ¡esta tarde morirás!” // Mi juicio ya ha terminado, / ya de este mundo me voy. / El asesinato de O’Mara / lo siento de corazón. / ¡Venid, jóvenes y viejos, / aprended de mi amargo trance! / Y dejad de vagar de noche / antes de que sea tarde».

Tal es la historia de estos versos que reflejan la persistencia del sentimiento trágico –en el sentido griego arcaico, tal como bien lo entiende Nietzsche– del destino en la sociedad «moderna» por antonomasia en las últimas décadas del siglo XIX, y con cuya traducción acabamos de perpetrar un crimen mucho más atroz que el de Christopher Rafferty –tanto, que si no fuera porque en nuestro país los delitos literarios reciben premios (institucionales, municipales o nacionales) en vez de castigos, tendríamos, ¡ay!, que implorar clemencia–.

<b>Fuentes citadas</b>

- Rolf Johnson: Happy As a Big Sunflower. Adventures in the West, 1876-1880, Universidad de Nebraska, 2000, 282 pp.

- «Execution of Christopher Rafferty for the Murder of Officer O’Meara of Chicago», The New York Times, 28 de febrero de 1874.

- «A Death Watch», Chicago Tribune, 28 de febrero de 1874.

- «Dust to Dust», Chicago Tribune, 2 de marzo de 1874.

(Traducción al español de los textos originales en inglés citados en este artículo: Julián Sorel)

juliansorel20@gmail.com

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