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La doctora Nelly Colmán, reumatóloga, indica que “durante el invierno cuando bajan las temperaturas habitualmente muchas personas refieren que se acentúan los dolores articulares y de otras zonas como la espalda, el cuello y la región lumbar. El clima frío propicia la pérdida de calor corporal, por este motivo los músculos y vasos sanguíneos en general se contraen con mayor intensidad para evitar dicha pérdida”.
Añade que “esto acarrea algunas modificaciones en la dinámica del aparato locomotor, por ejemplo, para protegernos del frío adoptamos una postura encogida al caminar, encorvando la columna mucho más que lo habitual, esto hace que la musculatura se sobrecargue, especialmente en las zonas del cuello y región lumbar”.
Por otro lado, agrega la profesional, “el aumento de la tensión a nivel de las articulaciones ocasiona mayor rigidez y disminución del rango de movimiento asociado frecuentemente a dolor. Esto se acentúa en aquellas articulaciones con algún problema previo, ya sea de tipo mecánico o inflamatorio, por ejemplo: artrosis, tendinitis, artritis u otros, que quizás anteriormente no producían síntomas o eran más leves”, enfatiza.
La actividad física
En tanto, la doctora Ana Gómez, fisiatra, menciona que considerando las bajas temperaturas a las que estamos expuestos últimamente, es importante tomar todas las precauciones en relación a la salud. Es fundamental por ejemplo, seguir realizando actividades físicas, se puede acudir a centros especializados, clubes y también incluso hacer ejercicios en el hogar.
“En general, se recomienda ejercicio aeróbico y de acondicionamiento del músculo esquelético, complementando con ejercicios de flexibilidad, fuerza y resistencia muscular, con una frecuencia como mínimo de tres veces por semana, y luego en forma diaria, con una duración mínima de 15, a 60 minutos. De esta forma continua o intermitente, incluir siempre una fase de calentamiento y de enfriamiento progresiva”, subraya la fisiátra.
Resalta la doctora Gómez que “esta actividad, que debe iniciarse de forma progresiva y gradual, con una intensidad ligera al inicio, irá aumentando a moderada y vigorosa. Todo esto según la tolerancia de la persona, por ello es importante una correcta evaluación médica previa, y prescripción personalizada del ejercicio en función de la edad, capacidad funcional, estado de salud, rasgos conductuales, preferencias personales, necesidades específicas y objetivos particulares”.