Hay quienes viven las relaciones de cualquier tipo, como si siempre estuvieran a punto de perder al otro. Sienten una necesidad intensa de cercanía, pero al mismo tiempo temen ser abandonados.
Es un vaivén emocional que desgasta, tanto para quien lo vive como para quien está del otro lado. Eso es, en esencia, el apego ansioso.
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Este tipo de apego suele formarse en la infancia, cuando el vínculo con los cuidadores fue inestable o impredecible. Si de chico aprendiste que a veces te atendían y otras no, que el afecto podía llegar o desaparecer sin previo aviso, es posible que en la adultez busques confirmar todo el tiempo que el otro no se va a ir.
¿Cómo se manifiesta el apego ansioso?
Las personas con apego ansioso suelen tener miedo constante al rechazo. Necesitan pruebas permanentes de que son queridas, pueden volverse dependientes emocionalmente de sus parejas o amistades, y no es raro que sientan celos o intenten controlar ciertas situaciones para “proteger” el vínculo.
Viven las emociones con mucha intensidad y, a veces, les cuesta regularlas.
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El apego ansioso puede llevar a vínculos muy intensos pero también muy demandantes. Hay una necesidad de estar cerca, de sentirse visto y validado, pero también una sensación constante de amenaza, como si el amor del otro fuera frágil o se pudiera esfumar en cualquier momento. Eso puede generar conflictos, malentendidos y un desgaste que mina cualquier relación.
¿Se puede trabajar el apego ansioso?
Sí, y mucho. Entender cómo nos vinculamos es un primer paso fundamental. Observar nuestras reacciones, reconocer los momentos en los que aparece esa ansiedad o esa urgencia por tener certezas.
Hablarlo con la pareja, con claridad y sin culpas, también ayuda a construir un puente donde antes había solo suposiciones.

Además, fortalecer la autonomía emocional es clave: tener espacios propios, proyectos, actividades que no dependan de la pareja o amigos refuerza la seguridad interior.
La terapia, sobre todo si se trabaja desde los modelos de apego o con enfoques como la terapia cognitivo-conductual, puede ser una gran aliada.
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Y sumar prácticas como el mindfulness o técnicas de regulación emocional ayuda a manejar mejor esos picos de ansiedad que suelen aparecer cuando el otro no responde como esperábamos.
Tener un apego ansioso no te condena a relaciones caóticas. Pero sí implica hacer un trabajo consciente para entender tus propias emociones, comunicarte mejor y construir vínculos más seguros.