Estos tres elementos juegan un papel crucial en la prevención de enfermedades crónicas como las enfermedades cardiovasculares y la diabetes.
Importancia del colesterol

El colesterol es una sustancia grasa producida por el hígado y presente en algunos alimentos. Aunque el cuerpo necesita colesterol para funcionar correctamente, en exceso puede llevar a la acumulación de placas en las arterias, lo que incrementa el riesgo de enfermedades del corazón y accidentes cerebrovasculares.
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Los niveles de colesterol a mantener son:
- Colesterol total: menos de 200 mg/dL es deseable.
- Lipoproteínas de Baja Densidad (LDL): considerado colesterol ‘malo’, debe mantenerse por debajo de 100 mg/dL.
- Lipoproteínas de Alta Densidad (HDL): conocido como colesterol ‘bueno’, es ideal que esté por encima de 60 mg/dL.
Glucosa en sangre y su impacto

La glucosa es la principal fuente de energía para el cuerpo. Sin embargo, los niveles elevados de glucosa en sangre pueden señalar una resistencia a la insulina o diabetes, condiciones que pueden traer graves consecuencias si no se manejan adecuadamente.
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Rangos de glucosa a tener en cuenta:
- Ayuno: un nivel normal es inferior a 100 mg/dL después de no haber comido ni bebido (excepto agua) durante al menos 8 horas.
- Prueba de Tolerancia a la Glucosa Oral: menos de 140 mg/dL es normal a las 2 horas después de la ingestión de glucosa.
Presión arterial: el silencioso asesino

La hipertensión es conocida como un asesino silencioso porque muchas veces no presenta síntomas visibles. Mantener la presión arterial dentro de un rango saludable es crucial para prevenir complicaciones como enfermedades cardíacas y accidentes cerebrovasculares.
Clasificaciones de presión arterial:
- Normal: menor a 120/80 mm Hg
- Elevada: sistólica entre 120-129 y diastólica menor de 80
- Hipertensión en Etapa 1: sistólica entre 130-139 o diastólica entre 80-89
Estrategias para mantener estos factores bajo control
Para mantener a raya el colesterol, la glucosa y la presión arterial, hay ciertas estrategias que pueden marcar la diferencia en tu salud a largo plazo.
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Todo empieza con una alimentación equilibrada: sumar más fibra, reducir las grasas saturadas y evitar los azúcares añadidos es clave para que el cuerpo funcione de forma más eficiente.
A eso se le suma el movimiento: al menos 150 minutos semanales de ejercicio aeróbico ayudan no solo a mejorar el sistema cardiovascular, sino también a estabilizar el azúcar en sangre.
El peso también juega un rol fundamental. Perder kilos de más puede impactar directamente en la presión y los niveles de colesterol y glucosa. Y no hay que olvidar los hábitos tóxicos: limitar el consumo de alcohol y eliminar el tabaco reduce los riesgos de enfermedades del corazón y mejora la salud general.
Por último, los chequeos médicos regulares permiten detectar a tiempo cualquier desequilibrio. Un control al año —o con la frecuencia que recomiende el médico— puede ser la mejor herramienta de prevención.
La salud es un recurso invaluable y el monitoreo regular de indicadores fundamentales como el colesterol, la glucosa y la presión arterial es vital para detectar y prevenir enfermedades seriamente impactantes.
Adoptar un enfoque proactivo y responsable hacia la propia salud no solo puede mejorar la calidad de vida, sino también prolongarla. Recordemos que cada paso hacia el control de nuestra salud es una inversión en un futuro más saludable.