¿Qué caracteriza al comfort food?
- Alto contenido calórico y carbohidratos: ofrecen energía rápida y una sensación de saciedad inmediata.
- Valor nostálgico: suelen estar ligados a recuerdos felices. Ejemplos: sopa de pollo cuando estábamos enfermos, la tarta de manzana de la abuela o una milanesa con puré al llegar del colegio.
- Textura y temperatura reconfortantes: son comidas cálidas, blandas o cremosas que aportan una sensación física de bienestar.
- Fáciles y rápidas de preparar: muchas veces son platos caseros, simples, listos en minutos.
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¿Por qué los buscamos en momentos de estrés?

1. Respuesta biológica. El estrés dispara la producción de cortisol, que aumenta el apetito y favorece el deseo de azúcares y grasas.
Comer estos alimentos reduce la activación del eje hipotálamo-hipófisis-adrenal, generando una sensación de alivio.
2. Regulación emocional. Comer comfort food funciona como un “autoabrazo”. Nos calma, nos distrae y nos reconecta con momentos emocionalmente seguros.
3. Refuerzo social y cultural. Muchos platos se disfrutan en compañía o en celebraciones. Volver a ellos nos reconecta con vínculos importantes.

Por ejemplo: unas empanadas en una reunión familiar o una pizza en una noche con amigos.
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4. Identidad cultural. Cada cultura tiene su propio comfort food. En Japón, puede ser un bol de ramen. En México, una taza de chocolate caliente con pan dulce. En Argentina, unas medialunas con café con leche.
Riesgos del consumo emocional
Aunque puede ser un recurso emocional válido, el uso frecuente del comfort food como única estrategia frente al malestar puede generar aumento de peso no deseado, hábitos alimentarios compulsivos, sensación de culpa posterior y desequilibrio nutricional. ¿Cómo mantener el equilibrio?
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- Practicar la moderación: disfrutar sin culpas, pero también sin excesos.
- Versiones más saludables: reemplazar ingredientes pesados por opciones nutritivas (ejemplo: usar vegetales o granos integrales).
- Alternativas no alimentarias: salir a caminar, practicar respiración consciente o hacer una videollamada con alguien querido también pueden brindar consuelo.
El comfort food no es solo una indulgencia: es una herramienta emocional que, usada con conciencia, puede ayudarnos a transitar mejor los momentos difíciles sin dejar de cuidar nuestra salud física y mental.