Un calendario de salud no es solo una lista de tareas: funciona como un seguro de vida. La evidencia científica muestra que detectar a tiempo hipertensión, cánceres comunes, diabetes y otras condiciones crónicas reduce hospitalizaciones y muertes, a la vez que abarata tratamientos.
Pero las pruebas preventivas no son idénticas para todas las personas ni para todas las edades.
Esta guía, basada en recomendaciones de organismos como la Organización Mundial de la Salud (OMS) repasa qué controles suelen aconsejarse en cada etapa, con el aviso de que las decisiones finales deben ajustarse al contexto local, el historial clínico y la conversación con el profesional de referencia.
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Infancia y adolescencia: vacunas, crecimiento y salud mental
En los primeros años, el foco está en el desarrollo y la inmunización. Los pediatras controlan peso, talla, visión y audición; vigilan hitos del neurodesarrollo y aplican los calendarios de vacunación, fundamentales contra enfermedades como sarampión, meningitis o polio.
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La salud bucodental entra pronto: desde la erupción del primer diente se recomiendan visitas periódicas al odontólogo.
En la adolescencia se suman el cribado de depresión y ansiedad, la educación sexual y, según el contexto, pruebas para infecciones de transmisión sexual (ITS). La vacuna del VPH se indica preferentemente antes del inicio de la vida sexual y suele administrarse entre los 9 y los 14 años, con esquemas de rescate hasta los 26.
De los 20 a los 30: establecer una línea base
Con el paso a la adultez, conviene fijar valores de referencia y hábitos de seguimiento. La tensión arterial debe medirse al menos una vez al año en consulta; si es normal y no hay factores de riesgo, puede espaciarse según criterio clínico.
Un perfil lipídico y glucemia ayudan a detectar dislipemias y prediabetes de forma temprana, sobre todo si hay sobrepeso, antecedentes familiares o sedentarismo.

Para las mujeres, el cribado de cáncer de cuello uterino se inicia a los 21 años: citología cada tres años entre los 21 y los 29. Desde los 30, pueden alternarse estrategias basadas en citología, test de VPH o co-test, con intervalos de tres a cinco años según el método.
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Quienes son sexualmente activas y menores de 25 años suelen beneficiarse de cribado anual de clamidia y, en función del contexto, de gonorrea; el cribado de VIH se recomienda al menos una vez entre los 15 y los 65 años, con repetición si hay riesgo.
La salud mental merece un lugar fijo: el cribado de depresión en adultos jóvenes tiene respaldo de evidencia, especialmente en periodos perinatales.
De los 40 a los 49: empiezan los cribados oncológicos clave
A partir de los 40, se intensifica la vigilancia. Para mujeres con riesgo promedio, los mamógrafos digitales de cribado cada dos años desde los 40 cuentan con recomendación con el objetivo de reducir la mortalidad por cáncer de mama en edades donde la incidencia empieza a crecer.

En cualquier caso, la frecuencia puede personalizarse, especialmente si hay mutaciones genéticas, antecedentes familiares o mamas densas.
El cribado de colesterol y riesgo cardiovascular global se vuelve más relevante: calcular el riesgo a 10 años guía decisiones sobre estatinas y otros tratamientos.
También se aconseja, si no se hizo antes, una evaluación oftalmológica completa para detectar glaucoma incipiente y retinopatías.
Quienes fuman o fumaron deberían consultar y evaluar riesgos pulmonares. El cribado de diabetes tipo 2 se indica en adultos con sobrepeso u obesidad y factores de riesgo; muchas guías lo recomiendan desde los 35 años.
De los 50 a los 59: colon, mama y pulmón en la mira
El cribado de cáncer colorrectal arranca a los 45 años para la población de riesgo promedio. Hay varias opciones con eficacia demostrada: pruebas de sangre oculta en heces cada año, test inmunoquímico fecal o ADN en heces a intervalos específicos, o colonoscopia cada 10 años si no hay hallazgos.
Elegir una estrategia depende de preferencias, accesibilidad y hallazgos previos.
Las mamografías continúan cada dos años, y el cribado cervical se mantiene hasta los 65 con los intervalos recomendados.
Para el cáncer de pulmón, las personas de 50 a 80 años con al menos 20 paquetes-año de exposición y que fumen actualmente o hayan dejado hace menos de 15 años pueden ser candidatas a tomografía de baja dosis anual.
En esta década se añade la vacunación contra el herpes zóster (dos dosis a partir de los 50) y, dependiendo del país y los factores de riesgo, la vacunación antineumocócica.
De los 60 a los 69: osteoporosis y prevención de caídas
Las mujeres de 65 años o mayores deberían realizar una densitometría ósea para detectar osteoporosis; las menores con riesgo elevado también pueden beneficiarse de un cribado adelantado.
Para hombres, la evidencia es menos concluyente, pero quienes tienen factores de riesgo —bajo peso, uso prolongado de corticoides, fracturas previas— deben evaluarlo.
El control de la presión arterial, la glucosa y el colesterol sigue siendo central. Las caídas se previenen con revisión de fármacos, ejercicios de fuerza y equilibrio y evaluación de la vista y el oído.
Se recomienda una dosis de vacuna antineumocócica en mayores de 65, con esquemas que varían entre PCV20 única o PCV15 seguida de PPSV23, según disponibilidad y pautas locales.
La prueba de cáncer colorrectal continúa hasta los 75 si los resultados previos fueron normales y la expectativa de vida lo justifica. El cribado de cáncer de próstata con PSA en hombres de 55 a 69 años se basa en decisión compartida; a partir de los 70, la mayoría de guías no lo recomienda de rutina.
70 años y más: priorizar beneficios reales
La prevención sigue siendo útil, pero debe individualizarse con especial cuidado, ponderando beneficios y potenciales daños de pruebas invasivas.
La continuación del cribado colorrectal o mamográfico más allá de los 75 años depende del estado funcional y la esperanza de vida. La densitometría puede repetirse para monitorizar terapia.
La evaluación de deterioro cognitivo, auditivo y visual cobra peso, así como el cribado de depresión y soledad no deseada.
Los hombres de 65 a 75 años que han fumado alguna vez pueden beneficiarse de un ecodoppler para descartar aneurisma de aorta abdominal, en una única medición. La vacunación anual contra la gripe y las pautas actualizadas de refuerzo contra covid-19 se mantienen, al igual que los recordatorios de tétanos-difteria cada 10 años.
Controles transversales que no dependen de la edad
Más allá de las décadas, hay chequeos que atraviesan la vida entera:
- Presión arterial: la hipertensión casi siempre es silenciosa y su control es pilar de la prevención cardiovascular.
- Salud bucodental: limpiezas y revisiones periódicas disminuyen caries, periodontitis y riesgo de endocarditis en personas de riesgo.
- Piel: la autoexploración y la consulta ante lesiones nuevas, asimétricas o que sangran ayuda a detectar melanomas y carcinomas.
- Salud sexual y reproductiva: anticoncepción, ITS y planificación deben abordarse sin estigma y con acceso a pruebas.
- Estilo de vida: dieta, actividad física, sueño, alcohol y tabaco son “pruebas” diarias con impacto mayor que muchas intervenciones.
Un plan personal, no un menú fijo
Las guías trazan una hoja de ruta, pero no sustituyen la valoración clínica individual. Factores como antecedentes familiares de cáncer, procedencia geográfica, exposición laboral, comorbilidades y acceso a servicios pueden adelantar, espaciar o cambiar pruebas.
También hay diferencias entre países: aunque la base científica es común, los ministerios de salud y sociedades médicas adaptan calendarios y coberturas.