Enfermedad de Addison en caninos: claves para reconocer y tratar esta traicionera dolencia

La enfermedad de Addison, una “gran simuladora” en la vida canina, desafía a veterinarios: su sintomatología engañosa y la detección tardía pueden poner en jaque la salud de millones de perros. ¿Estás al tanto de esta amenaza latente?

Perro enfermo, imagen ilustrativa.
Perro enfermo, imagen ilustrativa.Shutterstock

La enfermedad de Addison, o hipoadrenocorticismo canino, es poco frecuente pero clínicamente traicionera. Se esconde detrás de síntomas vagos —vómitos intermitentes, diarrea, apatía, pérdida de peso— que aparecen y desaparecen durante semanas o meses.

Ese patrón, sumado a análisis de laboratorio que pueden parecer contradictorios, la ha hecho ganarse en consultas y hospitales el apodo de “la gran simuladora”.

Un cuadro que imita a muchos otros

A diferencia de enfermedades con signos más específicos, el Addison puede parecer desde una gastroenteritis banal hasta una insuficiencia renal aguda.

Perro enfermo, imagen ilustrativa.
Perro enfermo, imagen ilustrativa.

Hay perros que llegan por “anorexia” y leve deshidratación; otros, por una crisis colapsante con frecuencia cardíaca inusualmente baja para su estado de shock. Entre medias, el animal puede alternar días normales con recaídas.

Todos los beneficios, en un solo lugar Descubrí donde te conviene comprar hoy

La raíz del problema es hormonal: las glándulas suprarrenales no producen suficientes glucocorticoides y, en el hipoadrenocorticismo primario, tampoco mineralocorticoides.

Ese déficit altera el equilibrio de sodio y potasio, la presión arterial, la respuesta al estrés y el metabolismo. En analíticas, la combinación de sodio bajo y potasio alto es una pista clásica, pero no siempre está presente. En el llamado Addison “atípico”, los electrolitos son normales y el cuadro se camufla aún más.

Por qué se pasa por alto

Perro enfermo, imagen ilustrativa.
Perro enfermo, imagen ilustrativa.
  • Sintomatología intermitente: los propietarios a menudo informan “rachas” de malestar que mejoran solas o con tratamiento sintomático, lo que retrasa sospechas más profundas.
  • Hallazgos “no concluyentes”: azotemia prerrenal, anemia leve, hipoglucemia, ausencia de “leucograma de estrés” y densidad urinaria baja pueden apuntar en direcciones distintas.
  • Presentaciones extremas: en la crisis Addisoniana —una urgencia— el perro puede estar en shock con bradicardia relativa (inusual en la deshidratación), una señal que se pasa por alto si no se controla el potasio o el electrocardiograma.

Colegios y guías de medicina interna veterinaria recomiendan considerar Addison en perros jóvenes a adultos, especialmente hembras, con signos gastrointestinales recurrentes, pérdida de peso y letargo, y en aquellos con colapso inexplicable y alteraciones de electrolitos.

Razas y edades en riesgo

Aunque cualquier perro puede desarrollarla, existe predisposición en Caniche (Poodle) estándar, Perro de Agua Portugués, Nova Scotia Duck Tolling Retriever, Bearded Collie, West Highland White Terrier y razas cruzadas con esas líneas.

La enfermedad suele aparecer entre los 1 y 7 años, con ligera mayor frecuencia en hembras. El hipoadrenocorticismo secundario —menos común— se asocia a problemas hipofisarios o uso prolongado de esteroides exógenos.

El diagnóstico, paso a paso

  • Cortisol basal: una prueba de cribado accesible. Un valor por encima de un umbral bajo descarta con alta fiabilidad la enfermedad; si es bajo, no confirma, pero obliga a avanzar.
  • Test de estimulación con ACTH: es el estándar de oro. Evalúa la capacidad de las suprarrenales para responder a la hormona adrenocorticotropa. En Addison, la respuesta está ausente o es mínima.
  • Electrolitos y urianálisis: el patrón sodio/potasio, la densidad urinaria y signos de deshidratación ayudan a orientar y monitorizar.
  • ECG y gases sanguíneos en crisis: detectan arritmias por hiperkalemia y alteraciones ácido-base que requieren corrección inmediata.

El desafío práctico es acordarse de pedir el cortisol basal en el paciente “de siempre” con vómitos y apatía. Es una prueba simple que, en muchos casos, evita semanas de rondas diagnósticas y el riesgo de una crisis.

Tratamiento y pronóstico

En crisis Addisoniana, la prioridad es la estabilización: fluidoterapia intravenosa para corregir deshidratación y electrolitos, manejo de la hiperkalemia (incluidos, según el caso, dextrosa con insulina y calcio intravenoso) y administración de glucocorticoides apropiados. Una vez estable, se inicia la terapia de reemplazo crónica:

  • Mineralocorticoides: desoxicorticosterona pivalato (DOCP) mediante inyección periódica, o fludrocortisona oral.
  • Glucocorticoides: dosis fisiológicas de prednisona, con ajustes en situaciones de estrés, cirugía o enfermedad intercurrente.

Con un plan de monitorización —electrolitos al inicio y luego de forma periódica— la mayoría de los perros llevan una vida plena y normal. El pronóstico, tras superar la crisis inicial y ajustar dosis, es muy bueno.

El papel del propietario

Para los cuidadores, la clave está en reconocer patrones: si un perro joven a mediana edad alterna episodios gastrointestinales con apatía y pierde peso, conviene preguntar al veterinario por un cortisol basal.

En animales diagnosticados, avisar antes de viajes, mudanzas, cirugías o emergencias permite ajustar la “dosis de estrés” de esteroides y prevenir recaídas.

Un recordatorio para la clínica diaria

La enfermedad de Addison seguirá siendo una gran simuladora porque su esencia es el mimetismo. Pero la conciencia clínica, el uso sistemático de un cribado barato y la rápida instauración del tratamiento en crisis han cambiado el panorama: lo que antes era un diagnóstico tardío y con alto riesgo ahora suele convertirse en una historia de control a largo plazo con excelente calidad de vida.

Enlace copiado