“Es cierto que en junio o julio debía empezar la obra, pero hasta ahora no se realizó absolutamente nada. Lo único que nos informaron es que recién ayer concluyó la etapa de licitación y en estos días deberán definir a la empresa que se encargará de los trabajos”, señaló el sacerdote.
Situación crítica del templo
Actualmente, las celebraciones religiosas se realizan al aire libre, en la plazoleta frente al templo, debido al alto riesgo de derrumbe que presenta la estructura.
“Se pude observar que la parte lateral de la iglesia no se utiliza porque se encuentra en condiciones lamentables, prácticamente a punto de caer a pedazos”, expresó preocupado el párroco Mendoza.
El templo se encuentra cerrado desde hace varios meses, ya que su estructura no reúne las condiciones mínimas de seguridad. Las filtraciones en el techo, los muros debilitados y los pisos resquebrajados obligaron a suspender todas las actividades dentro del histórico santuario.


Promesa de restauración
El pasado 10 de enero, la Secretaría Nacional de Cultura (SNC) había presentado oficialmente el plan de restauración del Santuario Ñandejára Guasu como parte del Programa de Salvaguarda Urgente del Patrimonio Cultural Material.
Tras años de reclamos y gestiones, finalmente las autoridades de Itaipú Binacional habían anunciado que las obras se ejecutarían entre los meses de junio y julio de este año. Sin embargo, aún no se realizan los trabajos.
La restauración tendrá una inversión aproximada de G. 11.400 millones, financiados por Itaipú.
El proyecto contempla trabajos integrales en pisos, muros, techos y estructuras internas.
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Un templo cargado de historia
El templo Dulce Nombre de Jesús, Ñandejára Guasu, conocido popularmente como Capilla Guasu por sus dimensiones, fue construido en 1753 por el entonces cura párroco Gaspar de Medina, en honor al Santo Cristo de los Milagros, más tarde venerado como Ñandejára Guasu (Nuestro Gran Señor).
Piribebuy, considerada una de las ciudades históricas más importantes de la Cordillera, fue en su época impulsora del poblamiento de la zona. Desde allí surgieron comunidades como Barrero Grande (actual Eusebio Ayala), Caacupé, Itacurubí de la Cordillera y San José de los Arroyos.
Hoy, después de más de dos siglos de historia, el templo espera su restauración para poder recuperar su valor arquitectónico, religioso y patrimonial.

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