“El hombre de hoy sufre porque ha perdido lo esencial y ha llegado a ser esclavo del propio trabajo”, dice monseñor Valenzuela

El obispo de la diócesis de Caacupé, monseñor Ricardo Valenzuela ofreció una profunda reflexión sobre la vida moderna, el sentido del trabajo y la importancia del equilibrio espiritual. “El hombre de hoy sufre porque ha perdido lo esencial para actuar, y ha llegado a ser esclavo del propio trabajo”, resaltó. Fue durante la misa central en el santuario de la Virgen Nuestra Señora de los Milagros de Caacupé.

Monseñor Ricardo Valenzuela ofició la misa central en el santuario de Caacupé.
Monseñor Ricardo Valenzuela ofició la misa central en el santuario de Caacupé.

Monseñor Valenzuela hizo un llamado a mirar la vida desde una perspectiva más humana y contemplativa, tomando como ejemplo a María y Marta del Evangelio.

Indicó que el hombre de hoy sufre porque ha perdido lo esencial para actuar, y ha llegado a ser esclavo del propio trabajo. “Hacer las cosas con ansias, revela más bien que nosotros hemos perdido el punto del equilibrio. Y viene entonces el desequilibrio. Y ahí es donde metemos la pata a cada paso que damos”, advirtió.

Asimismo, pidió a los presentes recuperar la actitud de escucha y serenidad, como la de María, quien “está a la escucha atenta de la palabra de Dios”. Señaló que ella representa ese modelo de vida que crea el hábito de la oración y la reflexión, “ese mirarlo todo desde el punto de vista de la eternidad, de lo que Dios quiere y pide”.

En ese sentido, remarcó que “son todas estas cosas las que purifican nuestra acción y permiten elegir y respetar las prioridades, con delicadeza”. Y volvió sobre la idea de que el desequilibrio nos lleva al error: “Nos equivocamos. Con sensatez, con finura, con delicadeza tenemos que hacer nuestras prioridades. Ayuda esto a hacerlo con calma y después resulta ser el mejor sistema para hacer bien las cosas”.

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Importante cantidad de fieles en la explanada de la basílica de Caacupé.
Importante cantidad de fieles en la explanada de la basílica de Caacupé.

Rutina agobiante

También se refirió a la rutina agobiante que enfrentan miles de personas diariamente: “Esa vida moderna que llevamos nosotros, eso es lo que el hombre de hoy no es que elige, sino que sufre. El hombre hoy sufre. Sucede esto saliendo de la casa en vehículo por la mañana y volviendo luego a la tarde, ver por el camino lo que sucede y que esas filas interminables de coches, vehículos de gran porte y los ómnibus también, circulando a paso de tortuga. Hay veces parece que nos enferma eso”, dijo.

Agregó que esa tensión se refleja en nuestro interior. “En el fondo, dentro nuestro, tenemos esa agitación.

Son los trabajadores que se dirigen a la ciudad para trabajar y luego salen de su trabajo para volver a su casa. Imaginemos allí el gasto de energía, ese estrés que produce el no poder ir más rápido y soportar todas estas horas y horas en las rutas, sin contar las horas del trabajo efectivo. Y esto cada día, todos los días, a la misma hora, en la misma situación”, explicó.

Pausas reales

Por eso, monseñor Valenzuela llamó a buscar pausas reales, a frenar. “Hace bien entonces al ciudadano de este tiempo buscar un poco un descanso. Ese piñón de llana, como dice el Señor: ‘Vayamos también nosotros a un lugar aparte a descansar’. Es necesario buscar momentos de descanso. El fin de semana no es tanto para trabajar, sino bien fin de semana, bien festivo”.

“Buscar un poco un lugar donde ir para encontrar tranquilidad, que no se puede encontrar en otra parte. Porque buscando esto es también una forma de hacer una vida contemplativa. Porque uno se va, se sienta, se serena, se tranquiliza, comienza a pensar y a reflexionar todo lo que vivió, lo que pasó en la semana. Le mira mejor y con más cariño y dulzura al esposo, a la esposa, y lo mismo también a los hijos. Le da unas caricias que durante la semana no le dan. Esta situación va a ayudar mucho también a la propia familia”, insistió.

Durante la homilía, también reiteró la idea de buscar la santidad en la vida cotidiana: “Queridos hermanos, el cristiano, siguiendo la enseñanza del Señor, debe esforzarse en lograr la unidad de vida, es decir, actividad activa, mesurada, siempre orientada hacia Dios, hecha por amor y con rectitud de intención”.

Recordó que esta rectitud debe aplicarse a todos los ámbitos como en el trabajo, emprendimiento. Que Dios nos llama a servirle. Bien, y desde las tareas civiles, materiales. Sea esto en un laboratorio, en el quirófano de un hospital, en el cuartel, en la cátedra universitaria, en la fábrica, en el taller, en el campo, en el hogar de la familia, y en cualquier parte del mundo. “Ahí tenemos que estar presentes, hacer bien lo que nos corresponde, con paciencia. ¿Por qué? Y porque allí Dios nos espera cada día”, puntualizó.

Como cierre, dejó una reflexión sobre el equilibrio entre acción y contemplación, inspirándose en las figuras bíblicas de Marta y María: “Tenemos que ser como Marta y con María: en la bondad, la amabilidad, la mansedumbre, la afabilidad, ser más cariñoso, ser más amoroso, ser alegre, dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, dar hospedaje al peregrino, vestir al desnudo, visitar al enfermo, ir a visitar al que está en la cárcel. Y si nosotros cumplimos esto, así has elegido la mejor parte, que nadie te va a quitar. Que esa sea nuestra recompensa” enfatizó.

Una Iglesia que acompaña: 69 años de misión evangelizadora en Paraguay

En un domingo cargado de símbolos y palabras que invitan a la contemplación, monseñor Ricardo Valenzuela también recordó con emoción y gratitud los 69 años de la Conferencia Episcopal Paraguaya (CEP), el organismo que desde 1956 anima, guía y fortalece la misión evangelizadora de la Iglesia en nuestro país.

Durante la celebración litúrgica, monseñor Valenzuela oró por la unidad del episcopado paraguayo y por cada uno de los pastores que han sostenido la vida de fe en el pueblo a lo largo de las décadas. “La CEP es un signo de comunión y un faro que acompaña a la sociedad paraguaya en sus dolores y esperanzas”, expresó.

El aniversario coincidió con un domingo especialmente significativo por las lecturas proclamadas, que trazan un camino espiritual basado en la hospitalidad, la escucha y la entrega.

“Hoy más que nunca necesitamos volver al silencio que escucha, a la fe que se entrega sin reservas, y a la hospitalidad que hace espacio al otro. En este nuevo aniversario, la Iglesia paraguaya se mira a sí misma con humildad y esperanza, agradece su historia y renueva su compromiso de seguir siendo luz en medio de la vida cotidiana de su pueblo”, señaló monseñor Valenzuela al final de la homilía.

Como cada domingo la explanada del santuario estuvo repleta de feligreses que llegaron de diversas zonas como Ciudad del Este, Misiones, Ayolas, Luque, Mariano Roque Alonso y Argentina.

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