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El grupo está integrado por Mirtha Ortigoza, Maly Flores y Roxana Lubián, activistas del grupo de rescate Cangápolis. Gracias a las donaciones voluntarias de los ciudadanos, pudieron comprar el tercer caballito de los damnificados por las inundaciones del Bañado Sur. Un gesto altruista, en busca de curar y cuidar a los animales más enfermos (o hasta heridos).
La historia se produce cuando el grupo llegó para rescatar al tercer caballito, a quien pusieron el nombre de Luna. “Lo que vivimos con ella fue muy emocionante. Nos dio un espectáculo y una lección de vida que sólo conocíamos en películas o revistas”, escribe Flores.
Mirtha Ortigoza, propietaria de Cangápolis, conoció a Luna –una yegua vieja y desnutrida que vivía en las cercanías de la Penitenciaría de Tacumbú–, mientras averiguaba a quién pertenecía la yegua del corralón que buscan comprar para que deje de trabajar.
“Luna está tuerta, uno de sus ojos ya no funciona, y además preñada, en cualquier momento será madre. Así que por la condición en que se encuentra decidimos comprarla y ya la llevamos a Cangápolis. Luna no vino sola, se trajo consigo a su ángel guardián”, comenta Maly.
En el momento en que Mirtha conoció a Luna, vio a una perrita que no se despegaba de ella. “Cuando nos encontramos con la dueña, en un sitio alejado de la casa, la perrita estaba nuevamente allí y no se despegaba de la yegua, no permitía que nadie se acerque a ella. Era muy extraño”, comenta.
En el momento en que subieron a Luna al camión que la iba a trasladar a Limpio, la perrita empezó a llorar y dar saltos desesperados para subir también. “Cerramos las puertas de la carrocería y corrió entre las ruedas a fin de impedir que Luna fuera sin ella. No podíamos movernos por temor a atropellarla. Comprendimos que la perrita tenía un compromiso fiel y un propósito con su actuar”.
Según narra, el viaje con ambos animales fue desesperante para la perrita: el animal no despegaba los ojos del camión y lloró prácticamente todo el camino. Al momento de llegar al espacio de Cangápolis, las reunieron nuevamente. “Se armó la fiesta entre las dos. ¡Felices ellas por volver a verse!”
Como la yegua rescatada es tuerta, la perra cumplía su labor de “lazarillo”, de guía. “Si la dejábamos allí nos iba a seguir. Probablemente iba a terminar atropellada o perdida en el trayecto, o iba a morir de tristeza si las separábamos. Así que nos vimos ‘obligadas’ a llevarla a ella también”, comenta.
A esta perrita, que nunca tuvo nombre, la bautizaron como Angie. “Angie por ‘ángel’. Ya que es como su ángel de la guarda. Toda la tarde estuvieron juntas, recorriendo el picadero. Luna adelante, Angie a un costado. Luna comía sin parar, y cada tanto daba vueltas la cabeza para cerciorarse de que Angie seguía a su lado”, cuenta.
La experiencia, que les tocó el alma, llevó a las rescatistas a preguntarse: “¿Cómo puede un animal ser tan fiel a otro? Ni siquiera son de la misma especie. ¿Cómo se comunican? Toda la comunicación es no verbal, con miradas, con movimientos de cabeza. Angie (la perrita) incluso tiene movimientos propios de un caballo, no se comporta como perra, camina igual a un caballo. ¡Cuán increíble es la relación de ambas!”, comenta.
Por estas horas, las rescatistas buscan seguir su labor altruista; esta vez para adquirir un cuarto caballito, a quien llaman Mariana. Para poder comprarla, en busca de su cuidado, el grupo busca reunir G. 2.500.000.
Las personas interesadas en colaborar, pueden enviar tus donaciones a través de giros de dinero al (0981) 517-647, con Mirtha Ortigoza (único número de Cangápolis). También se puede acercar el donativo al Restaurante La Creperie, ubicado en Manuel del Castillo 4846 e/ Tte. Zotti y Monseñor Bogarín, en el Barrio Villa Morra de Asunción.