Madres, culpa y trabajo

Tres recomendaciones para las madres profesionales: Aprender a delegar y construir redes de apoyo; las madres no deben ser perfectas ni autosuficientes,; y aprender a integrar y equilibrar, las madres somos seres multidimensionales y el equilibrio no se alcanza sacrificando una parte de nosotras.

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De acuerdo a Harvard Business Review, los líderes de más alto nivel necesitan ser “buenos con la gente”, pero ¿estos aprendizajes se dan en la crianza, cómo serán esos adultos cuyas madres estuvieron fuera de casa trabajando largas horas?

La crianza es un acto colaborativo familiar y de una sociedad. La conexión con la madre e hijo, y la comunicación entre ambos son los pilares para criar “buena gente”. Un vínculo de calidad no se mide en horas, sino en la intensidad de la conexión emocional.

En mi experiencia, con 32 semanas de embarazo en riesgo, inauguré mi culpa de madre. No había noche sin miedo, angustia o incertidumbre sobre mi futuro profesional. Entendí que debía salir del rol de víctima y convertirme en actriz de esa obra de amor que es la maternidad.

Uno de los conceptos clave que me aportó Marian Rojas Estapé, en su reciente charla de Mentes Expertas en Punta del Este, se basa en entender que no se trata de ser perfecta, sino en encontrar coherencia entre lo que hacemos y lo que realmente nos importa. Aquí entra en juego el concepto de atención plena o mindfulness, que consiste en estar presentes en el momento actual.

Dedico muchas horas de consultorio a trabajar con madres para generar conexiones placenteras y seguras con sus hijos, para que comprendan cómo funciona su cerebro y su sistema emocional para gestionar mejor el estrés.

El cortisol, la hormona del estrés, se dispara cuando las exigencias superan los recursos humanos disponibles, algo frecuente en mujeres que trabajan y asumen la mayor carga del cuidado de los hijos.

Este estado puede afectar no solo la salud física y mental de la madre, sino también la percepción que los hijos tienen de ella. Por ello, es vital priorizar el autocuidado, que no es un acto egoísta, sino una inversión en la calidad del tiempo compartido.

Muchas madres sienten que al priorizar su carrera profesional fallan en la figura materna. Sin embargo, los niños no necesitan una madre presente todo el tiempo, sino una madre presente emocionalmente.

La psicología del apego enseña que la seguridad emocional no se construye con una presencia constante, sino con la consistencia y la capacidad de la madre para responder a las necesidades emocionales del niño de manera cálida y predecible, y para ello te dejo tres recomendaciones:

1. Aprender a delegar y construir redes de apoyo. La construcción de tribus es sanadora y el trabajo compartido, pareja, familia o cuidadores externos, permite a las madres concentrarse en sus prioridades, reduciendo la sobrecarga emocional.

2. Las madres no deben ser perfectas ni autosuficientes, esta creencia es irreal y dañina. Inaugurarse como una madre imperfecta es liberador.

3. Debemos integrar y equilibrar, somos seres multidimensionales y el equilibrio no se alcanza sacrificando una parte de nosotras.

En una sociedad donde las exigencias parecen multiplicarse y el tiempo se fragmenta, el papel de las madres se ha convertido en una danza compleja entre las demandas profesionales y las necesidades emocionales de los hijos. La felicidad no es un destino, sino una forma de viajar y la clave está en transitar este camino con autocompasión, coherencia y consciencia. Una madre feliz y conectada es el mejor regalo para un hijo.

  • María Liz Barba, psicóloga clínica, especialista en familia y crianza.
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