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Ahora bien, la ética pública es una ética procedimental que establece criterios, guías y orientaciones para establecer la vida social. Ella establece que los servidores públicos deben conducirse con ejemplaridad y honestidad en todo momento; desempeñar su labor con integridad y en interés de perfeccionamiento continuo.
Desde la Antigüedad se le ha atribuido al parlamentario una importancia inmensa. Rousseau, en “El contrato social”, decía que " el legislador es bajo todos los conceptos un hombre extraordinario en el Estado, y que si debe serlo por su genio, mucho más por su cargo; por ello recomendaba que las leyes no deban ser hijas de sus pasiones”. El Poder Legislativo aparece para promover, proteger y amparar los intereses de los ciudadanos. Es sin duda la institución más importante del Estado moderno no solo por la trascendencia de sus funciones sino por la dimensión que representa. En una democracia representativa, el papel que juegan los parlamentarios es sustancial. Por ello, como se asevera frecuentemente, el Poder Legislativo más que un órgano político es un órgano social, más que formar parte del Estado forma parte de la sociedad, es la institución representativa de la democracia, es el escenario donde se despliega el juego de mayorías y minorías y donde se vigila y pide cuentas al gobierno. Sin embargo el Parlamento en nuestro medio está en el centro de una crisis de confianza y de ética.
La confianza de los ciudadanos en sus representantes y en el funcionamiento de las instituciones resulta clave para el afianzamiento de la democracia. Resulta indiscutible comprobar que existe una evidente imagen negativa de descrédito del Parlamento paraguayo a consecuencia del comportamiento deshonesto y de falta de ética de los parlamentarios como de la preeminencia de los intereses particulares frente a los de los ciudadanos a los que representan, todo lo cual produce la correlativa desconfianza que va en auge.
Lamentablemente, el Poder Legislativo como consecuencia de la inconducta de varios legisladores alejados de los intereses ciudadanos se ha convertido en el principal blanco de las quejas de la ciudadanía, y la cuestión ética encabeza dichas inconformidades registrando día a día un nivel cada vez más bajo de aprobación. Más lamentable es que estas poco o nada importan a los congresistas.
Los conflictos de intereses de los legisladores, situación en la que las pretensiones personales del legislador puedan afectar una decisión a su cargo, prevalecen en beneficio particular del mismo o de un grupo por encima del general. También se presentan conductas como el nepotismo nombrando en puestos públicos a familiares o amigos sin atender a ningún juicio de selección de recursos humanos. Asimismo el “clientelismo”, espacio político que se asigna a miembros de partidos políticos, amigos o familiares por su contribución en la campaña electoral, práctica que quebranta el principio de igualdad de oportunidades, pues constituye una privatización patrimonialista del empleo público amén de crear una grandiosa burocracia gravosa e infructífera dentro de las cámaras, la cual a menudo solo se dedica a cobrar un salario alto sin ser eficiente en su actividad. El presupuesto general de la república distrae el 80% si no más para gastos corrientes; salarios para los amigos y familiares.
Si hay algo que incomoda sobremanera son los legisladores que detentando un cargo público se aprovechan de ese utilizando de forma espúrea y faltando a toda ética las potestades públicas en beneficio propio o de terceros afines y en perjuicio del interés general. Son comidilla diaria las inconductas de nuestros legisladores, contrarias a toda práctica ética, lo que es imperdonable.
Ciertamente la clase política, esa a quien en boca de un legislador de dudosa honestidad tanto moral como intelectual debe ser respetada, practica conductas de falta de ética promoviéndola o aceptándola siendo ello la causa primera de todos los males de quienes llegan a la política no por vocación ni espíritu de servicio, ni siquiera por ideología sino por propio interés o sea faltos de ética alguna, un mal canceroso que vive en asociación con el sistema democrático, a pesar de ser hipotéticamente opuesta con el mismo, y que debe inquietar muy seriamente a todos los demócratas, ya que corroe los principios de la democracia, en tanto que prescinde la necesaria distinción entre bien público y bien privado. Es que esta conducta inmoral, falta de ética e irresponsable de los legisladores tiene consecuencias de diversa índole.
Es necesario que la ética y los valores retornen a ocupar el lugar principal en el Estado y la sociedad, por ello es menester que la solución al problema de la falta de ética comience desde el propio Congreso para recuperar su papel de referente de calidad democrática a través del refuerzo de una ética integral y liderar el proceso de recuperación de la confianza de los ciudadanos hacia la política, hacia la democracia. Necesariamente los parlamentarios deben desempeñar un papel ejemplificador del comportamiento ético.