La grotesca manera en que el gobierno de Santiago Peña benefició con millonarísimos contratos con el Estado a las empresas de él y su familia, prueba que desde el Poder Ejecutivo están manoteando todo lo que pueden con tal de ganar control, poder y dinero. Pero llegan al punto que hasta las necesidades más extremas de los niños en las escuelas, como la alimentación, están siendo vilmente aprovechadas.
El informe de la Contraloría General de la República (CGR) confirma ahora que con la Ley Hambre Cero, el Fondo Nacional de Alimentación Escolar y el Consejo Nacional de Alimentación Escolar, el almuerzo y la merienda que reciben los chicos en instituciones educativas tienen las mismas falencias que tenían antes, cuando el proceso se hacía de manera descentralizada y estaba a cargo de gobernaciones y municipalidades.
Los alimentos llegan tarde o en mal estado, las raciones no alcanzan para todos los niños, las empresas no cumplen con toda la infraestructura que demanda el contrato, que es millonario. La promesa era universalizar la alimentación escolar, pero tampoco se da. Se llega del nivel inicial al noveno grado en escuelas públicas. Solo en 22 distritos priorizados y algunos colegios de Asunción, los chicos del nivel medio también tienen almuerzo. Incluso se dejó de lado a los centros de apoyo a la educación inclusiva, que debieron pedir por nota que se les vuelva a tener en cuenta.
O sea, las mismas falencias de siempre. Todo similar, pero con una diferencia importante: el dinero lo administra el Gobierno central desde el Ministerio de Desarrollo Social, a cargo de Tadeo Rojas, tesorero del Partido Colorado. Y las empresas proveedoras son mayormente amigas del poder de turno. Ahora el control político de lo que hagan las gobernaciones, es del equipo cartista, que administra el millonario fondo de Hambre Cero.
Recuerda al caso de los pupitres para las escuelas, que se compraron a través de Itaipú. No se pensó en los madereros de Caaguazú, que fabrican sillas y mesas pedagógicas y con eso generan fuentes de trabajo y a la vez llevan alimento a sus casas. Se benefició con una licitación “a medida” a un empresario oriental, que importó sillas de plástico desde China, pero que es amigo de quienes están en poder.
Con los madereros de Caaguazú no juegan paddle, no soplan velitas en los cumpleaños, como sí lo hicieron Santiago Peña, el vicepresidente Pedro Alliana y Justo Zacarías Irún, director de Itaipú, en la fiestita de Blas Pereira, que sería vínculo entre el empresario y las altas autoridades nacionales.
Es cruel, es vil. Es verdad.