En los últimos tiempos, el concepto de patriotismo ha sido debatido y hasta cuestionado en foros internacionales. ¿Es acaso un sentimiento nostálgico, una bandera que se agita, una escarapela que se luce en el pecho por unos días?
Durante el 14 y 15 de mayo, vimos a compatriotas luciendo la Albirroja con orgullo, como si el fútbol y la patria fueran una sola pasión. Y, sin embargo, la esencia del patriotismo va mucho más allá de la camiseta o del himno entonado en un estadio. El verdadero patriotismo se teje en lo invisible, en los pequeños gestos que, día tras día, construyen o destruyen un país.
Ser patriota es pagar los impuestos, aunque duela. Es trabajar con honestidad, aunque nadie mire. Es no robar, aunque la tentación sea grande y la impunidad, tentadora. Es no tirar basura en la calle, aunque nadie lo note. Es dar paso al peatón, aunque tengamos prisa. Son acciones sencillas, casi insignificantes, pero que, sumadas, edifican la nación que soñamos.
Es cierto, los gobernantes deberían ser los primeros en dar ejemplo. Las denuncias de corrupción son una constante, una herida abierta que nos duele y nos indigna. Las promesas que se hacen en campaña siguen pendientes de cumplimiento, de que los principales pilares del país estén fortalecidos; la salud, la educación, la seguridad, pero la responsabilidad de construir un Paraguay mejor no recae solo en quienes ocupan cargos públicos, cada ciudadano es arquitecto de su propio país.
Es, ante todo, una responsabilidad compartida, una herencia que se renueva en cada generación. Es preguntarnos, cada día, qué podemos hacer para dejar a nuestros hijos un país más justo, más limpio, más solidario. Significa también alzar la voz, no quedar callado ante la ruptura del Estado de derecho y por sobre todo, seguir trabajando por el país y la sociedad, no necesariamente estando en una situación de poder.
Que la hospitalidad del paraguayo no sea sólo un elogio de los extranjeros, sino una realidad palpable en cada barrio, en cada gesto de ayuda, en cada acto de solidaridad. Que el orgullo de ser paraguayo no se limite a los días de fiesta, sino que se traduzca en un compromiso diario, silencioso y constante.
Porque ser patriota no es sólo recordar el pasado, sino construir el futuro. Y ese futuro comienza hoy, en la suma de nuestras pequeñas acciones, en la manera en que elegimos convivir y ayudarnos. Que el verdadero patriotismo se vea en la vida diaria, en la sociedad que juntos, y sólo juntos, podemos forjar.