Los peligros viales de Cordillera

Baches, abandono y oscuridad marcan el día a día en la capital espiritual del país. Desde el kilómetro 55 hasta el 60 de la ruta PY02, justo después de la rotonda que da la bienvenida a la ciudad, la circunvalación permanece completamente a oscuras. Lo que debía ser una obra moderna y segura hoy representa un riesgo constante para quienes circulan por la zona. A esto se suman los caminos secundarios destruidos, como el del barrio San Vicente, que se ha convertido en una verdadera odisea para los conductores.

La calle que conecta el barrio San Vicente con el acceso a Ypacaraí y San Bernardino se encuentra en un estado deplorable. Lo que alguna vez se pensó como una alternativa rápida para descongestionar el tránsito, sobre todo en épocas de peregrinación, hoy es sinónimo de baches, desniveles y tramos intransitables. Conductores, motociclistas y peatones deben maniobrar entre el polvo, el barro y los cráteres que dejaron años de desatención oficial.

Durante las festividades marianas, cuando miles de peregrinos llegan hasta la Villa Serrana, este trayecto se vuelve aún más peligroso. La falta de mantenimiento no solo complica la circulación, sino que expone a la gente a accidentes en zonas que deberían estar preparadas para recibir a gran cantidad de visitantes.

El panorama se repite en distintos puntos del departamento: calles rotas, falta de señalización y un abandono visible que contrasta con los discursos de obras y progreso. El Ministerio de Obras Públicas y Comunicaciones (MOPC) sigue sin intervenir en muchos tramos que necesitan reparación urgente, mientras las autoridades locales acumulan reclamos que nunca encuentran respuesta.

A la crítica situación vial se suma la carencia de alumbrado público. La circunvalación, inaugurada con promesas de modernidad y seguridad, hoy está sumida en la oscuridad total. Los seis kilómetros que se extienden tras el acceso principal a la ciudad permanecen sin iluminación desde su habilitación, convirtiéndose en una trampa para automovilistas y motociclistas que circulan de noche, y en un punto de riesgo para peatones de comunidades cercanas.

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Mientras las autoridades reparten excusas, los pobladores continúan esperando. La falta de mantenimiento y la ausencia de alumbrado no solo afectan la seguridad vial, sino también la calidad de vida de miles de personas que cada día deben desplazarse por caminos destruidos.

Entre las promesas incumplidas, los baches que crecen y los postes sin luz, Cordillera avanza a tientas. Una región que simboliza fe, historia y esperanza, pero que hoy sigue atrapada entre la oscuridad y el olvido.

faustina.aguero@abc.com.py